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Mostrando las entradas etiquetadas como Poesía

Respirar

No quiero oír más palabras que me hablen del llanto aletargado entre las telarañas del rencor; de la furia desenfrenada que nos ciega víctimas de un odio heredado; de la injusticias en las noches tristes cuando los depredadores amanecen hambrientos; de los recuerdos lejanos para fustigarnos en la autocomplacencia. Me resisto a creer en un futuro incierto cuando la vida se ofrece insaciable, cuando tu sonrisa no espera. …Y oler el aire sereno con los ojos cerrados absorbiendo todos sus colores para pintar en mi imaginación un mundo abstracto llenos de matices donde los niños corran en direcciones opuestas persiguiendo horizontes sin barreras. Quisiera que nos mirásemos a los ojos para vernos, y sentir como la piel se eriza al comprender que es la misma, darnos la mano para recorrer los caminos, sin pretender llegar a ningún lugar, solo caminar y caminar juntos, si quieres, sin volver la mirada y cerrar los ojos y oler el aire sereno…

Cobardía

Volar bajo y rezar perseguido por la sombra reflejada sobre el cristal que insinúa malos presagios. Traicionado por el tiempo buscas nuevos nidos en el horizonte para volver a ser, rompiendo nuevos cascarones: has sido tú tantas veces tú… y todas tan diferentes, Infinitos momentos, momentos de eternidades, luciendo un gesto insolente como si fueras inmortal: hibris, los dioses ya no te perdonarán. Y ahora Fugitivo escondido en las noches para que las sombras no te delaten, enterrado en la sorda rutina de agobios calurosos, disfrazado en el sentir insípido, rastrero robando días, indigno, cobarde que te ocultas bajo tierra incapaz de morir.

Reflejos

La luz tibia de amaneceres templados acaricia las sombras escondidas de porosos secretos, que se pierden en sus cuerpos cavernosos, deshaciéndose en la arena mojada, donde se reflejan peces multicolores ausentes de las miradas torpes, casi miopes a la imaginación inundando los mares vacíos que son sobrevolados por gaviotas, colgadas de un cielo incoloro, aún por pintar del color preferido. Y después, al bajar la marea, descubrimos las fantasías soñadas en forma de caracolas, que nos cuentan lo que queremos oír; de charcas donde se ahogan las dudas y olvidamos los pensamientos que oprimen nuestras conciencias. En sus aguas limpias y transparentes buscamos nuestra imagen reflejada reclamando ser nosotros mismos y nos aferramos como rocas, batidas por el oleaje sereno, sintiendo la brisa fresca, respirando libertad, hasta que llega la tormenta para sumergirnos entre engaños para escondernos como cangrejos en una realidad que nos ahoga.

El Metro

En los extraños recovecos de la mente, donde el vapor asfixiante nos ahoga, como en las profundidades del metro, los recuerdos se vuelven fantasías entre el gentío que nos asimila para convertirnos en masa, casi uniforme, que se mueve entre tuberías oxidadas en los que los cuerpos se abrazan sin quererse en medio de atascos sudorosos a velocidades de vértigo. Y cuando nuestros pensamientos nos abandonan, o cuando somos traicionados por ellos, despertamos para volver a ser, para volver a estar solos, anónimos entre ojos que no se miran, entre cuerpos que se tocan, cuando los latidos sordos se borran por el ruido del tren exhalando vapor por la boca. Junto al oído de una mujer, entre su pelo y su aroma, los dedos de su mano te rozan y sus pechos te invaden para descansar sus pezones afilados, mientras tu mano resbala entre su ropa temblorosa, agitada. Y el susurro eriza la piel y sus muslos otras cosas, en medio de oscuridades, sin tiempo para amarse cuando el deseo llega en la próxi

Y si supieras…

Si supieras que pienso en ti, en tus pasos, esperando tu regreso, imaginándote, en la noche desnuda, desnuda en la noche, cuando el cansancio muere tras la ducha, cuando el cuerpo se vuelve prisionero entre toallas y sombras, que esconde exuberancias que atormentan, tras el cristal. Y tu pelo se derrama entre cortinas, que atraviesan las miradas fugitivas, sedientas de tu piel mojada, de tus pechos jugosos que se reflejan en el espejo, en mis ojos que buscan tu boca, y mi boca te busca para perderse, para encontrarte, para saciarse en la embriaguez en medio de la oscuridad. Y si supieras… que no te conozco.

Amiga

En tu nuevo abrigo de madera se esconden mil tesoros en forma de secretos donde brillan las sonrisas, amables, juguetonas, cómplices. También lágrimas generosas, caprichosas, agotadas, que regaron las primaveras, escasas, con tu parasol, en los días nublados. Partiste de los puertos que no elegiste para llegar con rumbo preciso a los destinos que te habías propuestos. ¡Qué buen navegante!, supiste guiarte por las gaviotas hacia los horizontes lejanos sabiendo que no volverías. Nos dejaste el eco de tu voz que llega con la brisa como una imagen: de tu pelo liso, de noches furtivas, de tardes de risas y mañanas… que no llegan, cuando la paz se derrama y los ojos se cierran, amiga mía.

Arrorró

Te dí un nombre y se me olvidó, mientras el mar borraba las huellas, cicatrices de pasos olvidados, entre caminos que se separan para perderse. Luego perdí el amor, lejos, entre siluetas irreconocibles, en los fangos de la desesperación de las tardes sin sol, en las lunas vacías, cuando el eco se pierde para convertirse en arrorró. Hoy ya no recuerdo tu piel, su olor, su calor tibio entre almohadas cuando soñábamos horizontes tras las ventanas. Hoy ya no siento y el viento se duerme en las noches grises, en las madrugadas. Tampoco sueño, ni rezo, ni me pellizco, solo me desvanezco recordando el arrorró.

Prisionero de las tardes

Enjaulado entre hilos de humo siento el peso de esta losa que enmudecen los gritos agónicos en un vacío sediento de polvo gris, en las tardes sin Sol, cuando los pensamientos escapan por las rendijas, para dejarme en soledad, añorando, en la retaguardia, a los enemigos. Busco en la rabia un refugio, donde cobijar las mentiras con las que engañarme, para no sucumbir en la derrota sin batalla, Izando banderas, sin colores, por las que luchar; Imaginando un horizonte donde agarrarme, del que resbalo en todos los sueños para despertar sudoroso en una pesadilla en forma de isla desierta, sin tesoros, destino de mil naufragios, de mil golpes de mar, donde las sirenas callan y el viento se ahoga en medio de la tormenta, donde las almas se rinden y se venden, esclavas del desencanto llevadas por el vaivén de las olas a ninguna parte, destino ciego de indiferencia incierta.

Vendetta

La rabia rompe la tierra para esconder tus raíces, de avergonzados secretos, de tantas frustraciones, que alimenta el agua contaminada de odios y temores. Y retorciéndose en el fango, entre finos hilos de venganza, brotan los retoños verdes, orgullosos, elegantes, espigados, apuntan al cielo inclemente recordando con sus frutos jugosos los sinsabores de una vida engañada, cuando pagas los pecados de los otros, cuando te dejan en las umbrías soledadades y tu alma se vuelve oscura, húmeda, de tantas lágrimas, rota, de desesperanza. Ya no tienes ojos, solo ramas y espinas, ya no distingues a los amigos porque todos son otros, otros sin almas. No te importan las caricias Ni que coman tus frutos Frutos venenosos Asesina sin alma.

A tu lado

Cuando muere el calor en tus manos, ahogado por las lágrimas vacías, tu sonrisa vacila, hasta perderse, mientras tu piel se vuelve de un gris sin brillo ahumando tu morenez . Cuando una mirada amiga te observa, desde lejos, ve como tus otoños se precipitan en tu alma, escarchas astilladas por el golpe, Duro y seco, de agitada desilusión, de arrastradas pisadas que se niegan a recorrer el camino inverso. Cuando te grito, la voz se vuelve inútil con el viento en contra que roba las palabras. Tu sombra, mala sombra, que te da la espalda, avergonzada, enlutada, muerta en vida, maltratada. Cuando corro y te alcanzo, mi aliento, tu mirada perdida, desenamorada. Y te abrazo, como un amigo. Y te beso, como un hermano. Tus sollozos se pierden entre mis brazos y de tu risa brotan tibias primaveras y de tus labios carnosos mil gracias. Y mi mano acaricia tu pelo. Y mi corazón escondido muere enamorado.

HOY

Este día quiero salir de mí, de puntillas, sin mirar atrás dejando ese cuerpo dolorido, desgastado, incoloro. Hoy no quiero ser más esclavo de mi esclavo. Hoy quiero romper la cadenas de papel que me momifican como un mal regalo; alejarme lo suficiente y retorcerme en el éter, sin necesidad de respirar, y ahogarme en la lluvia fresca, acribillándome , deshaciéndome en una muerte limpia, en una muerte dulce con champiñones y salsa de Champagne , como si me degustara en lentos y breves sorbos. Hoy quiero probarme, para saber si me gusto; mirarme con atención, con cuidado, con respeto. Hoy quiero quererme, como a un recién nacido, y llorar, si fuera necesario, sin dejar de reír . Y mimarme… Y crecer, sin prisas, con el tiempo imprescindible para contar estrellas, muriendo las veces que sean precisas, aprendiendo de mis errores, bromeando con ellos. Hoy quiero bañarme en las lagunas de las dudas, entre sus olas, de espuma fresca, sin temer navegar, dejando estelas en el olvido. Hoy quiero

Tierna infancia

Lejos, entre la nada y el tiempo, cuando los ojos no pueden cerrarse ante tanta miseria, cuando los niños dejan de serlos, para confundirse con los desperdicios, las pisadas descalzas en las encharcadas calles de podredumbre, gusanos retorciéndose entre el lodo, luchando por el excremento, endureciendo su piel, afilando sus miradas, muriendo todos los días, un poco, vigilantes cerca de la trampa, coqueteando con la muerte, vendiendo sus almas, victimas y verdugos de otras almas sin almas, secos, vacíos sin lágrimas, desafiando al reloj que avisa a los que mueren de que ya no están vivos. La navaja por el videojuego, el pintalabios por la muñeca, el hoy por el mañana. Y sobre el charco pasa la gente, impasible, inmune, sin saber, sin importale que es de sangre.

Las Canteras

En la leve sonrisa de un día cualquiera, en el cálido rayo de sol de un amanecer embriagado, la piel se retuerce vagamente de placer, estirándose, hasta casi romperse, ausente de pasados ni ayer, sin agobios de futuros inciertos, recreándose en el paisaje, casi sin mirar, permaneciendo…, como si fuera un cuadro de segundos eternos, con los sentidos ordenados: sintiendo el pesado cuerpo, rozando en la arena, algo húmeda, oyendo el murmullo lejano de las olas, roto por el quejido de alguna gaviota. Olor a mar salado. Junto a las huellas de amigos desconocidos cierro los ojos para no pensar, sin encontrar nada en mi interior, sin importarme ese vacío que me inunda, echando de menos el presente, casi infinito, sin querer terminar estas letras que me transportan... y vuelvo a recordar que no estoy en las Canteras, que no soy un lobo marino de otra época, que ya no hay gaviotas que vuelen, que la mar está desabrida, que los rayos de la Luna no iluminan, que la piel se marchita, que ya es ta

Decadencia

En las suaves llanuras donde pacen las dudas siempre escucho un silencio aplastante , en medio del susurro de un viento, intrigante, que acaricia el rostro ensangrentando, como si lo desgarrara con profundas heridas. Me gusta oler las flores amargas que me adormecen sobre la fresca hierba de tu piel Sin saber quien eres, conozco tu calor que hierve mi sangre, a fuego lento, hasta convertirse en un tibio sudor. La luz de tus mentiras no me molestan porque son como mías cuando me engaño, para no perderte en los horizontes, para no perderme en los desiertos entre sábanas blancas. Y mientras el amor se marchita en largos otoños recuerdo las lejanas primaveras y sus tormentas tropicales las noches calurosas entre doseles adormecido en las frías mañanas sobre la fresca hierba de tu piel.

Extraño

Extraño tus silencios cuando pienso en ti, mujer sin rostro, de palabras acariciadas por tus dedos que acarician tus labios de sonrisa inexistente Te presiento cerca, como un halo de esperanza, como un gesto de cariño, suspiros de madrugadas, como hojas secas, de árbol noble, que sienten mis pisadas. Me muero dentro buscando tus pensamientos, tus deseos, tus anhelos, tus miedos Creo verte en todo lo que miro, en mi mano y en mis letras, en la mirada perdida, en esta noche ciega. Esperando tus palabras, en soledad sin que la suerte llegué.

"Smara"

Flor del desierto, sonrisa de arena grabada al rojo vivo en mi alma. Eres todos mis horizontes que contemplo desde la orilla, sintiendo tus latidos en mi sangre. Viajeros, recorrimos la soledad, de mares secos bañados en polvo, buscando caminos sedientos te encontramos, en una mañana perdida, cuando el amor llena el pecho hasta dolerte, cuando una madre grita hasta parirte, cuando una lágrima cae y despiertas. Echaste raíces en mi corazón levaste ancla para partir, navegando entre dunas, dejando huellas para seguirte. Tus pétalos púrpuras es mi bandera, tu felicidad Mi patria. Eres el calor sereno que me abraza, el tormento que me da vida y me mata. Eres todo. Eres única. Eres flor en mi alma.

TARDES

El mar en calma sin color brilla levemente sediento de sal. Rocas pensativas recordando el oleaje, su espuma. Gaviotas sin alas que se masturban queriendo soñar. Arenas sin huellas, sin historias sin estrella de mar. Dulces sueños, sin sueños, de serpientes mordidas. Alma vendida, Comprada, paz. Piel gris curtida al sol de fuegos apagados (cenizas). Baja la marea sobre un cielo sin Luna. Vuelven los cangrejos, sin querer, de sus escondrijos. Late el corazón muerto de sangre envenenada.

TE BUSCABA

Te buscaba. Busqué en el templo vacío y no estabas, entre las sábanas frías y te habías ido. Busqué entre los sueños y me los habías robado; fuí hasta el mar y me habías ahogado. Tampoco te encontré porque no te buscaba en las altas montañas, en las montañas nevadas, donde están los corazones de hielo, las lágrimas congeladas. Grité en el vacío sin tener palabras, lloré y llovieron ranas. Príncipes azules como yo entre dragones sin damas. Bebí de los arroyos que tú lloraste y ví tu imagen sin mirate. Frío, errante volví a caminar sobre tus pasos para llegar a ninguna parte. Perdido, miré en tus horizontes donde las olas contaban tristes canciones. Lejos te olvidé, y si te buscaba ya no recuerdo el porqué.

Me matas

Acaricio tu piel con mis dedos, mis labios, constantemente, sintiendo tu perfume envenenado, en lo más profundo. Siempre juntos, Besándonos en las noches solas, y en los tristes amaneceres sin hablar sin mirarnos Como un rastro, te mueves girando en el aire, entre finos hilos, dentro de mí, robándome. Tus cadenas, oxidadas de tanto tiempo, de tantos años secuestrándome, me van asfixiando, te voy detestando. Tu egoísmo asesino, me va mordiendo, me va matando en silencio engañando. Te maldigo y te escupo, te rompo con saña, pero vuelves riéndote, encendido envenenado. Tus cenizas son las mías que van cayendo enterradas en el cenicero mortal.