Y cuando haya vivido mil años,
cuando haya conocido todos los lugares con sus rincones,
cuando haya visto miles de millones de miradas
y cuando haya contado todos los colores y los sabores
y distinguido todos los perfumes,
cuando haya reído tanto de todo lo que se puede reír
y cuando haya escrito todos los poemas,
ya no sabré que mirar
ni que vivir
y habré querido morir mil veces, todos los días
y sabré, entonces, que la vida también es muerte
y que los sueños son sueños
y que aunque no alcancemos la Luna con nuestras propias manos
podemos oler el Universo
y sentir su grandeza
sin necesidad de devorarla.