Como manos enracimadas,
el olor a café acaricia los ojos
ciegos de recuerdos,
sabor amargo que recorre las venas,
secreto a voces
que llama a escondidas.
Café amargo y tibio
de un negro brillante como la vida
retuerce su aroma en la memoria,
canción desgarrada de despedida,
gota amiga
que surca los vacíos profanos
y cae sobre todos nosotros
hundiendo sus garras
cuando en el atardecer se marchita la rabia
y la renuncia se deshace en la nada.
Los féretros se hacen pequeños
para contener tantas lágrimas desparramadas
que rebozan sin dolor
cuando la imagen surge tras ellas
y la lluvia hiere y quema.
Una gota que cae de tus ojos
una mañana que se apaga en tus manos,
el sueño imposible
cuando la noche llega
con ese sabor
que se queda en el alma.
Vicente in memoriam