Ana Déniz in memorian
Mientras
nos ahogábamos en las sombras,
el
otoño llegó sin darnos cuenta
y
los caminos se perdieron bajo la hojarasca.
Este otoño agónico y
seco
que se retuerce sobre
sí mismo
con sus dobleces
anunciando heridas más profundas
cuando la rabia se
arruga hasta envejecer
y las lágrimas se
convierten en una savia babosa y amarga.
Sí, el otoño ha
llegado
y ha cubierto el
cielo de nubes negras,
sobre las que anidan
cuervos disfrazados de gaviotas
que nos arrancan del
alma jirones de recuerdos.
El otoño ha llegado
tarde,
cuando ya no lo esperábamos
como un pozo infinito
donde se vierten las esperanzas
como una noche oscura
que nos cubre como una lápida.
Y
en medio de tanto vacío
el sueño nos acaricia en las madrugadas
y
las raíces se encrespan en la memoria
cuando
la brisa fresca arrastra la hojarasca
y los caminos nos buscan
para llevarnos.