Sobre los campos de batalla
se esparcieron las cenizas de tus hijos
y la tierra se volvió fértil y amable.
Ahora su orgullo se erige firme y férreo
sobre los tejados de sus moradores,
temerosos de la cólera de los dioses
con su aliento helado del Cierzo,
el inquisitorial tormento del sol del verano.
Impasible…
como en un remanso
recostada sobre el inmenso valle
el río te bendice con sus aguas
que son tus venas ensangrentadas,
la de tus hijos derramada,
la que amasa la tierra
de donde salen los ladrillos que te encarnan
construyendo Historia
entre murallas y llantos.
Y Como una gran madre
pariendo dolor
tu mirada se eleva
sobre la llanura,
vigilante