Duerme la noche a ritmo de bachata
con sus luces abotonando las calles,
por donde pasan las despedidas,
y las sirenas rasgan el aire destemplado
que hace tiritar a las hojas de la arboleda.
Cementerio alegre de nichos acristalados
donde se esconden los cuerpos sin almas,
donde descansan los sueños vencidos
entre el taconeo desafinado que hiere los adoquines.
La luz embriagada se desparrama entre sombras
y de sus reflejos nacen siluetas que se besan,
mientras otras, agigantadas, huyen hacia el muelle
para sumergirse descomponiéndose en colores
y romperse en trocitos que parecen flotar.
La noche se abraza y se adormece,
con su propio arrullo,
cierra los ojos y tararea
esa canción salsera
que sale por sus labios
quebrando la leve sonrisa
que se desvanece.
Y cuando ya se arrastra
en franca retirada
cerrando los parpados
cobijándose en las pocas sombras
que se van secando
inundados por el amanecer
muere desgarrada.
Amenazante.
con sus luces abotonando las calles,
por donde pasan las despedidas,
y las sirenas rasgan el aire destemplado
que hace tiritar a las hojas de la arboleda.
Cementerio alegre de nichos acristalados
donde se esconden los cuerpos sin almas,
donde descansan los sueños vencidos
entre el taconeo desafinado que hiere los adoquines.
La luz embriagada se desparrama entre sombras
y de sus reflejos nacen siluetas que se besan,
mientras otras, agigantadas, huyen hacia el muelle
para sumergirse descomponiéndose en colores
y romperse en trocitos que parecen flotar.
La noche se abraza y se adormece,
con su propio arrullo,
cierra los ojos y tararea
esa canción salsera
que sale por sus labios
quebrando la leve sonrisa
que se desvanece.
Y cuando ya se arrastra
en franca retirada
cerrando los parpados
cobijándose en las pocas sombras
que se van secando
inundados por el amanecer
muere desgarrada.
Amenazante.