Como ladrillos que recorren la pared,
el dolor se amasa con sombra fresca
y se cuecen
a fuego lento,
viejo,
ahumado por la culpa
con su calor sucio
que corrompe
y la salud se reciente
hasta que grita,
como un manifiesto
que propugna el fin de algo,
algo que ya no queda,
como si fuera el alma rota,
una coma en cada frase,
un respirar profundo
cuando no tenemos nada que perder,
cuando el reino se ha rendido
y la luz se aleja en la tarde,
despacio,
vislumbrando la sombra muerta,
el momento último,
la mirada quieta,
el frío mármol.