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ANDAMANA, LA REINA MALA: PRESENTACION DE ANDAMANA, LA REINA MALA EN AGÜIMES...

ANDAMANA, LA REINA MALA: PRESENTACION DE ANDAMANA, LA REINA MALA EN AGÜIMES... : VIDEO PRODUCIDO POR HERMES TV TRABAJADORES http://youtu.be/MmyHq-kJ7bY

BLOG ANDAMANA, LA REINA MALA

Hemos inaugurado un nuevo blog paralelo para seguir de cerca las andanzas de mi novela Andamana, la reina mala . En ella se recogerán las opiniones de los lectores, dudas y sugerencias. Será un lugar donde podamos intercambiar ideas e impresiones; conocer mejor a los personajes y escenarios; aclarar conceptos y conocer como se gestó esta historia. Iremos publicado poco a poco los distintos recursos a modo de complemento de la obra literaria. La novela que aún tardará un par de semanas en comenzar a publicarse en internet ya tiene portada, obra de Smara Alonso Martín y que reproducimos a continuación:

Andama, la reina mala (X)

Como si fuera un sueño, una neblina de polvo recorría el barranco, que se desprendía de las grandes paredes, que ahora quedaban atrás, para abrirse en una inmensa llanura, queriendo abrazarse al mar, que ya se divisaba a lo lejos. El millar de cabras invadía las tierras bajas, como un carnaval de intensos olores. El canto desafinado de las hembras, que replicaban, a modo de coro, la llamada del macho, llenaba el espacio, como lamentos burlescos de una murga embriagada. El aire se espesaba con el olor penetrante de los animales, que salpicaban el paisaje con sus colores amarillentos, ocres y marrones, rompiendo la monotonía de las piedras grisáceas del barranco y el verde de los balos, tabaibas y ahulagas. Acostumbrados a las tierras altas, en el llano los pastores se sentían vulnerables, indefensos ante cualquier peligro. Los achicaxnas que trabajaban los campos de cultivos lo respetaban, sabían que eran muy habilidosos en el manejo del palo y el garrote, eran orgullosos y a veces sobe

Andamana, la reina mala IX

Los niños corrían despavoridos al ver aquel ser acercarse a ellos. La niña que vieron subir hacía dos años bajaba ahora en forma de mujer arrastrando una larga sombra enlutada cuando Magec se empezaba a esconder tras aquella Fortaleza de Chipude, uno de los más impresionantes macizos de las islas sobre el que se sostenía el cielo. - ¿Eres Andamana, verdad? – Le preguntó una de las viejas que adelantándose a los chiquillos asustados parecía querer protegerlos del misterioso ser. - Sí, soy yo – Respondió la joven mujer que parecía que a acababa de descubrirlo, mientras miraba a su alrededor como comprobando que todo estaba en su sitio. En su interior retumbaba una y otra vez la misma idea – Soy Andamana, ¡Soy Andamana!. - ¡Pero mi niña! ¿Cómo te has atrevido a bajar sola por ese peligroso sendero? Preguntó preocupadala vieja con un tono tierno y cariñoso, mientras intentaba rodearla con sus gruesos brazos sin conseguirlo, pretendiendo protegerla sin saber de qué. - No he bajado sola – Co

Andamana, la reina mala VIII

Desde hacía algún tiempo la palabra gentilhombres había perdido su masculinidad . Ciertas mujeres habían accedido a la asamblea por designación real. Algunas harimaguadas y la guayresa Andamana resumían la aportación femenina. Los hombres aún no se habían acostumbrado a su presencia y, aunque correctos con ellas, no solían darles conversación . Quizás se debía a que los nobles tenían prohibido dirigirse a las mujeres cuando se las encontraban solas por los caminos, delito que estaba castigado con la pena de muerte. Andamana no necesitaba oír ni hablar con nadie para darse cuenta de las cosas. Perspicaz, observadora y más inteligente que cualquiera de los hombres presentes, poseía un olfato especial para presentir los acontecimientos . Su demoledora oratoria estaba provista de una afilada ironía que destrozaba a sus adversarios, a los que después golpeaba con una profunda y sonora carcajada ahogándolos definitívamente . A sus cuarenta y tantos años largos disfrutaba de una madurez

Andamana VII

El silencio acompañaba a los pasos del reo, un desgraciado muchacho de no más de catorce o quince años. Cabizbajo andaba casi arrastrando los pies descalzos mientras era empujado por los alguaciles que lo custodiaban. Sus ojos, casi sellados por las lágrimas secas, se escondían en su cara curtida y polvorienta colgada en su enjuto y sucio cuerpo desnudo. Un hermoso canario de color verde rompía el aire quieto al pasar revoloteando, casi rozando al niño-hombre, mientras le cantaba un triste secreto. Los notables de la asamblea presenciaban casi ausentes la terrible escena. Sus frías miradas y helados cuerpos dejaban solos a los atormentados parientes del delincuente. Su joven madre moría de dolor retorciéndose y tapándose la cara. Como si estuviese ensayado, de repente los dos levantaron sus miradas para encontrarse y romper a llorar entre gritos, mientras la una y el otro eran agarrados por fayacanes y familiares. El cuerpo atado y tembloroso fue presa fácil de las rudas y fuertes m

Andamana, la reina mala (VI)

Los faycanes eran los mandadores de los distitos grupos de luchadores. De todos ellos el faycán de Tede, Rodríguez Semidán, era de lo más expertos. Su rotunda mirada castigaba a los jóvenes luchadores que, casi desnudos con vistosos dibujos amarillos en sus cuerpos, se movían ágilmente en el terreno, para evitar las envestidas del contrario o esquivar la bola de cuero, que los adversarios blanquiazules lanzaban violentamente contra ellos. Cuando el impacto era tan fuerte, que hacía sangrar al jugador por la nariz u otra parte de su cuerpo, este quedaba descalificado y era expulsado del terreno ante las advertencias del público que gritando ¡roja!¡roja! hacía referencia a la sangre, que tanto repugnaba a esta sociedad.Varias horas transcurrían hasta que quedaba descalificado algunos de los dos grupos, cuando superaban con creces las descalificaciones del contrario. Terminado el encuentro los gritos de alegría de los vencedores ahogaban los lamentos de los vencidos y sus seguidores qu

Andamana, la reina mala (V)

Tras él se exhibían sus nueve hijos varones. A diferencia del Gran Mencey, éstos eran altos, muy corpulentos y con grandes barbas. Sus duras facciones y miradas severas delataban su origen real, confirmado por sus respectivos bastones de mando o añepas. De todos ellos llamaba la atención el de mayor edad, por su larga cabellera y barba encanecida. Realmente parecía de más edad que su propio padre. Al celoso y desconfiado mencey le sorprendía y le costa creer la verdadera paternidad * de su primogénito. Aún recordaba, con extrañesa, haber jugado, cuando era niño con sus propios nietos. Quizás, por eso, siempre desterraba a sus sospechosos hijos a los bandos más alejados y le incomodaba su presencia. Aguahuco, su hijo bastardo, siempre se sentaba en las gradas de enfrente, en lo más alto, junto a los jóvenes alzados o ultras. Estos iban casi desnudos con sus cuerpos pintados de azul y blanco mientras gritaban, bailaban y reían sosteniendo sobres sus manos sus grandes cachimbas de extraño

Andamana, la reina mala (IV)

Las risas, el murmullo y los gritos se extendían por toda la grada. La gente iba de acá para allá, saludándose y abrazándose. Los más jóvenes saltaban y hasta bailaban, agitando ramas en sus manos, siguiendo el ritmo de chácaras y tambores, mientras sonaban las caracolas, y los guayres y fayacanes golpeaban sus baras en el suelo. El tufo a higos y manteca de cerdo con gofio se mezclaba con el fuerte olor a tabaco, que salía de las cachimbas de los más viejos e incluso de los más jóvenes, escondidos entre el gentío para no ser recriminados. De vez en cuando, se veían pasar a manadas de muchachos de un mismo bando, que cruzaban miradas amenazantes con otros, que sentados se reían y burlaban de ellos. Cada bando solía sentarse en un sitio distinto, arropado en torno a sus machos, que eran los mas fuertes y bravucones. Los líderes de la manada, casi siempre, se hallaban de pie haciendo aspavientos y gestos amenazantes a los machos de otros bandos, a los que les recordaban sus victorias en

Andamana, la reina mala (III)

-Es cierto, no son buenas noticias –afirmó ahora con mayor dignidad y formalidad– Los maestros se han vuelto a levantar en cuatro faycanatos y diez bandos. -¡Maldita maná de cabras! –Exclamó Andamana- ¿Y qué quieren ahora? –volvió a preguntar. -Quieren… quieren los mismos derechos que los sigoñes –respondió el secretario, ahora expectante -¡Jajajajaa..! -rompió a reir como una loca, mientras se inclinaba para apoyarse en la mesa con sus manos -¿Pero quienes se han creido que son esos inútiles? –preguntó, apretando los dientes y arrugando los ojos de su inexpresiva cara –los achimenceyes y sigoñes no podemos trabajar está mal visto. ¿Es que pretenden ir contra nuestras costumbres y normas sagradas?! -Han exigido poder dejarse el pelo largo –aclaró el secretario mientras Andamana seguía maldiciendo –¡De eso nada!¡Son achicaxnas! ¡Ya les he ofrecido dejarse un dedo más por cada seis años de trabajo! El secretario, inmóvil, miraba de reojo a la guayresa, que se paseaba alocadamente a lo la

Andamana , la reina mala (II)

Ya no parecía ni fría, ni negra, ni dura, ni inmóvil. Sus gritos quebraron la noche, cuando ya aclaraba el día. Su larga cabellera rizada se agitaba, desordenadamente escondiendo un rostro tapado por las sombras, que iban desapareciendo. Sus manos, donde las venas se confundían con arrugas, coincidieron en la cara al encenderse la luz. -¿Qué ocurre Señora? ¡Apaga la luz imbécil! –Respondió airadamente, mientras su cuerpo se retorcía, entre el asco y la furia. Imbécil, era un ser rechoncho y bajito , con los ojos fuera de sus órbitas. El rojiblanco de su piel y sus canas caracterizaban la parte visible de su cuerpo, que sobresalía más allá de su cuello encorbatado . Posiblemente, ya no recordaba su nombre, simplemente era Imbécil. A sus sesenta y tantos años se apresuraba, cojeando, en llegar hasta la puerta. Tras cerrarla se oyó un suspiro. Al fin y al cabo había corrido mejor suerte que la anciana araña. La mirada volvió a su sitio natural, reclamada por un lejano sonido. El claxon d

Andamana , la reina mala (I)

Cuando las noches enviudan son mas largas. Quizás, pierden el sentido del tiempo recordando la Luna, que con su velo blanco cubre el valle dormido. Las horas pasan lentamente, posiblemente sean las mismas, que dan vueltas y vueltas, sin querer despertar del sueño mágico. Ese sueño dormido que siempre tiene una leve sonrisa sobre la cara amable de la Luna. Pero a veces, la noche cerrada frunce su ceño y aprieta el puño golpeando las montañas. Retumba el valle aterrado, entre histéricos truenos y relámpagos, que dejan ver siniestras siluetas. Es en ese instante cuando salen los extraños animales de la noche, que se ocultan durante el día. También, es cuando sale lo peor de nosotros mismos: nuestros miedos, nuestros deseos… gritan, desesperados, queriendo respirar insistentemente el aire de la noche oscura. Sin embargo, algo esta atado a nosotros mismo, mil cadenas lo rodean asfixiantemente y en cada imperceptible movimiento, cada mínimo respiro nuestros ojos se encienden gritando a nuest