Lejos, entre la nada y el tiempo,
cuando los ojos no pueden cerrarse
ante tanta miseria,
cuando los niños dejan de serlos,
para confundirse con los desperdicios,
las pisadas descalzas
en las encharcadas calles de podredumbre,
gusanos retorciéndose entre el lodo,
luchando por el excremento,
endureciendo su piel,
afilando sus miradas,
muriendo todos los días,
un poco,
vigilantes
cerca de la trampa,
coqueteando con la muerte,
vendiendo sus almas,
de otras almas sin almas,
secos,
vacíos
sin lágrimas,
desafiando al reloj
que avisa a los que mueren
de que ya no están vivos.
La navaja por el videojuego,
el pintalabios por la muñeca,
el hoy por el mañana.
Y sobre el charco
pasa la gente,
impasible,
inmune,
sin saber,
sin importale
que es de sangre.