Nada,
solo caminar
sobre las perlas arrugadas
de un aliento azul,
susurro de una mañana
sobre la sombra vieja de la piel.
Esa brisa de salitre pegajoso
escupe el nombre,
solo un nombre
que arrastran los callados hasta el mar
murmurando brillos azabaches
sus labios rotos
sobre una cuerda de infinito
besan, lentamente, las nubes ocres,
juramento de hombres arracimados,
lombrices de dientes de oro
que navegan sin dejar estela
y los rayos parten el cielo
de un dios imposible
maldecido entre rezos y miedos.