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jueves, 3 de enero de 2013

Rencor



¿Qué hace ahí fuera Lucas arañando la ventana? –me pregunto, mientras observo cómo se tensan los músculos de su cara y sobresalen sus ojos proyectando una mirada de odio.
Me cuesta reconocer esa expresión de rencor en un niño de su edad, aunque ya sé que no es fácil aceptar que no tuviéramos suficiente dinero para subirnos todos en el submarino.


Micro presentado al concurso de REC de la Cadena SER

viernes, 21 de diciembre de 2012

Ocupas



No, claro que no queremos vivir de esta manera, ¿pero qué podemos hacer si no tenemos dónde caernos muertos? –dijo resignado, y, ante la sorpresa del empleado, el ocupa volvió a meterse por el  agujero hasta desaparecer.
Después, tras permanecer durante un rato un tanto perturbado, el enterrador prosiguió su ronda  golpeando las lápidas, para saber si los inquilinos eran provisionales o definitivos.

miércoles, 6 de junio de 2012

Alma de nariz




            El día en que nació, sus ojos le negaron la mirada; sus oídos lo enclaustraron en el silencio; su voz,  sin savia que lo hiciera crecer, se marchitó para siempre. Desde entonces, el olor del llanto o el aroma de la risa fueron su único cordón umbilical que lo mantenía unido al mundo. Los años pasaron entre las frías fragancias del invierno y  los resecos amaneceres del verano; entre las rebeldes esencias de primavera y la fetidez otoñal de lo caduco.  Así, su nariz se convirtió en su alma, donde se acumulaban sus sentidos, que daban forma a sus sensaciones, sus sentimientos, sus emociones. Husmeó mil lugares, con sus emanaciones tan particulares que los rondaban: la pestilencia del vicio y  la degradación; el hedor penetrante del egoísmo; pudo diferenciar donde se respiraba solidaridad y bondad de aquellos otros lugares que apestaban a maldad y codicia.
            El día que lo operaron, sin saber por qué ni para qué, despertó horrorizado al comprobar que no podía olfatear la luz ni oler los colores. Todo le pareció insípido y sólo cuando cerraba fuertemente los ojos podía encontrarse con sí mismo y entender su mundo tan diferente al que acababa de descubrir. Desquiciado, el suicidio lo acercó a la muerte y lo alejó definitivamente de una vida aún por disfrutar. Desde entonces, dicen, que su alma penitente ronda por las noches  los cementerios adornados con flores frescas, los asilos llenos de ternura, o cualquier hogar donde una tarta al horno se haya quemado. También cuentan que su espectro tiene forma de una nariz grande y feliz.

martes, 15 de noviembre de 2011

El paraíso




Cuando llegué al paraíso, me pregunté qué dios me trajo hasta aquí si sólo tengo fe en mí, sólo en mi profundo convencimiento de volar hasta lo más alto posible, a costa de de los demás, a los que vi caer al abismo implorándome ayuda,mientras yo los observaba indiferente, convencido de que para existir vencedores tienen que haber muchos más perdedores, y sobre sus cadáveres fundé mi imperio. Y ahora estoy aquí lejos de todo, en esta paz inmensa, en medio de la calidez que me soporta, rodeado de un azul celestial, en el Edén del que tanto oí hablar y que me aseguraban que era el destino del honrado y del trabajador, y no para granujas como yo. ¡Qué equivocados estaban! ¡Qué lejos de la verdad se hallan los ignorantes cuando no quieren ver! Como si yo no me mereciera más estos placeres que otros, incapaces de creer en sí mismos; que aquellos débiles cuyos rezos no le sirvieron de nada, ni su vida ejemplar y sacrificada de verdaderos imbéciles. No, sólo los hombres como yo se han ganado este premio, los guerreros  más fuertes, los más astutos, sólo los más ambiciosos y sin falsos escrúpulos supimos sobrevivir entre tanta sangre para llegar hasta aquí. Firmado: Anónimo, Islas Caimán, verano de 2011.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Decisión



            Había puesto todas sus cartas sobre la mesa y, ahora, era consciente de que no le quedaba otra opción que vender su alma al diablo. No lo dudó ni un segundo y se propuso huir lo más lejos posible. Rápidamente se subió al coche y en un santiamén se puso en el aeropuerto. Por más que buscó no encontró a nadie que lo mirase a los ojos, justo en el instante en que extrajo la pistola del estuche. No escuchó el ruido ensordecedor, ni percibió como la bala se abría hueco entre sus sesos reventados. Solamente sintió el cálido resplandor que lo acogió, antes que el calor lo penetrara y deformara la sonrisa que acompañaba a sus palabras: “Ya estoy aquí…” Finalmente su mundo se había convertido en un infierno.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Alucinación


 
    Cuando estás ahí, un aire impuro y espeso ahoga todas tus esperanzas; las venas de tu cabeza se te hinchan como si fueran a reventar  y tu piel se tensa y enrojece haciendo más visible la expresión de odio y rabia de tus ojos.
    Siempre hay algo que te invita a levantar la vista, como si quisieras agujerear el techo de la cueva, donde te hallas prisionero, para llegar hasta el cielo y suplicar sin amor, sin nada a cambio que ofrecer. Es entonces cuando te das cuenta del vacío que sientes y hasta qué grado te desprecias.
–Chacho, colega, déjate de rollos, ¿me vas a comprar las joyas de la vieja, o no? Que te juro que es para comprarme un aipá de esos.  Joo, vaya tela tiene el literato este.

martes, 25 de enero de 2011

Alma de arena




            El aire se volvió arena y los rostros se convirtieron en esculturas, que se arrastraban entre las dunas. Las huellas cayeron en el olvido y el tiempo borró el recuerdo; la memoria de aquellos humanos quedó reducida a los últimos gritos, ahogados por los aullidos eólicos. Luego, sus carnes se secaron y se pudrieron rápidamente, y los huesos emblanquecieron  y se separaron de su armazón, para viajar libremente por el desierto, arrastrados por el viento, hasta que se sumergieron en él. Si alguna vez existieron lo fueron exclusivamente para ellos.
            Sus almas, desesperadas, recorrieron el mundo buscando su reconocimiento, pero no encontraron a nadie que los recordaran. Entristecidas, las almas lloraron durante muchos años; fue, entonces, cuando sus lágrimas se confundieron con la lluvia, y muchos vieron como sus cuerpos se empapaban respirando esa humedad triste y desgarrada. No tardaron en caer en la locura y despertar en desiertos arenosos de una belleza indescriptible, bajo un cielo limpio de un azul intenso, y un aire que embriagaba por su pureza, pero lo más que sorprendió fue el silencio absoluto que lo llenaba todo. Quedaron admirados, contemplando aquello durante horas, hasta que comenzó a rugir el viento.

jueves, 21 de octubre de 2010

Insomnio


Egipto es un lugar que nunca soñé, ni imaginé sus desiertos bajo el Sol, sus babosas serpientes moviéndose entre la arena o los cocodrilos verdosos y vigilantes entre el limo. No sé por qué me faltaron sueños que soñar y engullir el mundo, devorándolo insaciablemente, como un niño hambriento sin ojos. Las líneas que hieren el aire de cristal siempre me han sorprendido, creo que sólo yo las veo, como se aproximan despacio, como una leve caída. Soñar…sólo soñar, eso nos hace fuertes, como si fuera vivir, pero con nuestras propias normas, casi como si fuéramos dioses. En definitiva ¿no somos un antojo de los dioses? Somos sus sueños. Soñar es una magia, como volar sin cerrar los ojos; es el vientre de donde salen las palabras que se dibujan en el papel y que nos cuentan historias, penas o celebramos con ellas los triunfos en el amor y en las guerras. Soñar es como descolgar el teléfono y hablar con quien quieras, no importa que ya estén muertos, hablar y hablar sin dejar de reír; y si quieres puedes pintar el aire de azul, a mi me gusta el verde, aunque no es tan fresco huele a menta. Pero tienes que tener cuidado, te los pueden robar. Los ladrones de sueños te lo extraen, a veces tiran tan fuerte que te hacen daño. Yo los odio. No me gustan sus caras, aunque con frecuencia se disfracen de mujeres guapas, se creen que nos engañan. Ya no quiero que me roben ni que me hagan daño ¡Malditos siquiatras! Ya he decidido dejar de soñar, ahora vago por las noches. Eso no me disgusta, al contrario es divertido. Anoche estuve en Egipto…

miércoles, 5 de mayo de 2010

Suerte


En ocasiones rezo para poder olvidar todo aquello, pero nunca dejo de velar por las noches, como si estuviese vigilando el Callejón del gato. Las pesadillas me sacuden y el griterío me golpea. Su imagen la recuerdo borrosa cuando lo vi abalanzarse sobre mí, apestando a alcohol, gritándome, a la vez que reía sin parar. Tardé en reaccionar hasta que lo reconocí, era Jóse, mi compañero de trabajo “¡¡Somos millonarios, somos millonarios!! Un frío, casi glaciar, recorrió todo mi cuerpo, y un vacío, de repente, devoró todo quedándose en silencio. Sólo se escuchó una vocecita lejana y dulce “… desde luego…nunca revisas los bolsillos de tus pantalones, y luego te enfadas conmigo si se te queda algo en ellos cuando los meto en la lavadora…”.

lunes, 3 de mayo de 2010

Diferencias





Los meses pasaron lentamente, como si estuvieran cansados, navegando por aguas turbias sembradas de sueños. Cerca de la casa, el Sol parecía esconderse tras las sombras que surgían de los agujeros, como recuerdos adornando las viejas paredes y hasta el óxido parecía escupir promesas incumplidas. La cicatriz se confundía con las arrugas de su cara y su ojo tuerto observaba, ajeno, toda la llanura, manchada por el verde brillante de los campos sobre el ocre rojizo de los caminos, vigilados atentamente por su mirada. Sabía que algún día volvería, pero el viejo loco no temía a su hermano, no lo dudaría ni por un segundo, volvería a matarlo y enterrarlo junto aquel nogal.

martes, 13 de abril de 2010

Despedida

Nadie me salvará de este naufragio; con tan solo veinte años quedo sola en este mundo perdiendo a todo ser que amaba. Cómo puede ser la vida tan injusta, capaz de destruir el corazón de una persona como si de un fino cristal se tratara, dejándonos huérfanos, viudos, desamparados. Las calles por donde ahora camino han perdido su color siendo en este día distintas, pero tampoco son iguales los cientos de rostros sumergidos en tristeza que hoy contemplo desolada, y que antes por muy poco que tuvieran caminaban felices junto a sus hijos, ahora perdidos, quizás, en un barco sin rumbo a la deriva...

martes, 19 de enero de 2010

Sin él



Cada mañana moría al abrir los ojos, y como una luz vertiginosa se hundía en los abismos más tenebrosos, entonces permanecía allí sin que nada le afectara por algún tiempo, al menos hasta que comenzaba a recordar.
-“¡Hola Pablo!” –Oyó decir, y su visión se fue haciendo cada vez más nítida hasta emerger a la superficie.
-¡Preciosa! –Exclamó sorprendido- ¿Qué haces tú aquí? -La sonrisa de su joven sobrina se balanceaba como un andamio ligero que cuelga en las alturas.
Era tan pequeñita cuando llegaron a España…, y sin embargo, se había convertido en toda una mujer. De su morenez brotaba el brillo de sus dientes y de sus ojos color café. Marcela había llegado desde Madrid exclusivamente para verlo y atenderlo, era el único cordón umbilical que lo unía a su reducido grupo familiar en España: La madre de Pablo, envejecida y enferma, de tantos sinsabores, de tanto huir sin esperanzas, compartía, a trozos iguales, ternura y amor con su hijo y su hija, de distinto padre, a los que ya les había perdido la pista desde hacía años. Marcela e Iven, sus nietas, y hermanas de madre entre sí, resumían la cuenta familiar. Marcela a sus dieciocho años rivalizaba en seriedad y madurez con su madre, que apenas le llevaba dieciséis años. Muchas veces se enfadaban y Marcela siempre conseguía el apoyo y la protección de su abuela, ante su escandalizada madre, que no dejaba de gritar y tirarse de los pelos cada vez que la abuela intervenía a favor de su nieta. Pablo parecía reír, cuando Marcela con sus ojos iluminados y gestos exagerados recreaba aquella situación, si no fuera por aquel tubo que le permitía respirar artificialmente y que borraba dolorosamente su sonrisa.
Como todas las mañanas una catarata de imágenes lo inundaba de luz recordando a sus amigos entre risas y cervezas, bailando merengue con su coqueta novia, soñando con aquel pequeño chalecito que quería construir en la costa, rodeado de sus pequeños, mientras el sonreía desde la barbacoa. Cada día las imágenes se sucedían más rápidamente y se volvían borrosas, cada vez le costaba recordar y distinguir la realidad. Ya no era capaz de razonar si realmente su sobrina llegó a estar a los pies de su cama. Solo recordaba el golpe sin dolor de aquel andamio sobre su cuerpo y entonces gritaba sin oírse, y maldecía, y su ojos, sin lágrimas, se enrojecían como el fuego que quema por dentro, y una voz en forma de pensamiento brotaba preguntándose por qué no se rompió una vértebra más, justo la que estaba por encima, apenas unos milímetros, la que lo hubiese liberado de las cadenas perpetuas, era entonces cuando conseguía cerrar los ojos, imaginándose sin él, en medio de una paz enorme y lejana.

martes, 22 de diciembre de 2009

Pensé


Y pensé, alguna vez, que la realidad esta hecha de razones, de esferas perfectas, calculadas por fórmulas exactas, en las que las dudas se esconden temerosas, hasta que son cazadas en pleno vuelo, cayendo al suelo en el momento esperado, por el peso de la gravedad, y se petrifican en leyes irrefutables; que las secuencias ordenan un mundo aparentemente desordenado y los pensamientos son construidos bioquímicamente, cómo las lágrimas o la risa, resultado de emociones básicas aprendidas en los primeros pasos de la vida, predecidas por psicólogos y pediatras.

Y pensé todo eso mientras oía sonar un violín repartiendo ondas en el aire, mezclándose con las notas de un piano, y esa poesía inesperada, delicada como el cristal, transparente, sin dejar de ser sobria; esas líneas de palabras que te cortan hasta atravesarte, y oyes la palabra amistad de alguien que no conoces, y tu nombre colgado en un árbol, no importa que sea cursi, tampoco importa que las esferas sean perfectas, pero siento, más que pienso, que la realidad es más que eso, es también sueño, y dudas que vuelan con nuestro permiso para hacernos reír o llorar, y luego cerrar los ojos tras un profundo suspiro.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Memorias


No sabría explicar como ocurrió todo, ni tan siquiera en que preciso momento sucedió, tampoco recuerdo cómo era ese extraño lugar. El tiempo no nos deja ver más allá de su sombra y es posible que, ya, haya transcurrido demasiado desde entonces. Pero esa idea me da vueltas y vueltas sin parar, y no puedo concentrarme en otra cosa. Antes, al menos, era capaz de distinguir las sombras, de las nubes grises, de la oscuridad de la noche; el frío del calor, pero ya..., ya no. Los silencios me asustan, es como un túnel largo y oscuro del que pueden surgir los extraños seres, que caminan vacilantes, como si estuvieran a punto de desvanecerse, pero en realidad nos acechan, lo sé. Hay que estar atento, nunca puedes cerrar los ojos, si lo haces te atacan despiadadamente, a la vez que gritan enfurecidos: “¡agüelo, agüelooo!”.

Si al menos pudiese recordar…

viernes, 20 de noviembre de 2009

Reflexiones


No me gusta tú cara. Pareces un machista prepotente que intentas evadirte de tus putas frustraciones, mientras te sacas esa mierda entre los dientes y acribillas con tu asquerosa mirada irreverente a la chica, que está al otro extremo de la barra. Son las once de la mañana y me tomo una cerveza. Sé que termino de trabajar a las dos de la tarde y me da igual. Los perros, de distintas clases sociales, pasan con sus mascotas. La viejita mira de arriba abajo al joven, que mea sin pudor al lado del contenedor de la basura, y lo maldice en silencio. Unos metros más allá, su perro se caga en toda la acera, sin que ella se inmute. No se para y sigue. El sevillano también bebe. Tiene dos hijos pequeños y desde hace diez meses no consigue trabajo. Está preocupado, el Betis ha vuelto a perder. La chica del otro lado está incómoda, sabe que la miran y se ha dado cuenta de que su pelo planchado se ha desordenado, por culpa del ventilador que está tras ella. Mis pensamientos fluyen deshaciéndose como el humo, que inunda el pequeño y estrecho bar, mezclándose con el aire irrespirable que compartimos. Me resisto a tragarme el aire vahoso que entra y sale por tus narices de cerdo. Abdul entra dándonos palmadas en la espalda con su tierna sonrisa y alguien le grita y ríe: “¡moro échate una cerveza!”. Él lo mira sin dejar de sonreír pero dejando adivinar su respuesta. La mañana se va convirtiendo en tarde y yo me aburro.”¡Qué asco de domingo”!.

martes, 29 de septiembre de 2009

¿Sabes...?

¿Sabes..? Creo que nos necesitamos. Somos inseparables. Sé que pronto te irás con otros o con otras. Pero ahora eres mío, o mía, da igual. Por unos segundos, o algo más, si hay suerte, estarás unido, o unida, a mí, y ya será para siempre, como un trocito de eternidad. Algo de mí se colará por tu mente escondiéndose como los gusanos hasta morirse en soledad, sin que te des cuenta, sin que eso te importe. No creo, pero siempre hay una posibilidad de que ese gusano inútil, dispensable, aleatorio, preñado de ideas y formas caprichosas, por no decir estúpidas, reviente entre capilares y tejidos nerviosos para derramar miles de larvas por todos los lados, produciéndote un cosquilleo de vez en cuando. Entonces, te darás cuenta que estoy dentro de ti. Sujeto, alerta ante cualquier temporal, agarrado con uñas y dientes para no perderte. Lo sé. Yo mismo estoy plagado de esos bichos tan incómodos y no paro de rascarme. Nunca aprendo, ya me lo habían advertido pero no lo puedo evitar. Es como prohibirte que abras un regalo. Sí, ya lo creo, nos necesitamos. Necesito tu sangre y tú la mía. Somos víctimas y verdugos de esta cadena alimenticia de los caladeros de las noches, respirando entre ceniceros humeantes, soñando despiertos en las madrugadas.
¿Sabes…? Te estoy hablando a ti, lector, o lectora.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Amargura

Como con una pinza sujetaba el cigarrillo entre sus dedos, a la vez que lo contemplaba atentamente, igual que si fuera un diamante. El humo giraba retorciéndose en el aire hasta desvanecerse. También sus pensamientos confusos, que abrazaban su mente, extinguidos por los tragos de güisqui con hielo. Su mirada quemaba al camarero, que se negaba a servirle mas copas y le pedía que se fuese, como si fuera el culpable del infierno en el que se encontraba. Inspeccionado, por los allí presentes, los desafiaba entre insultos y gritos, apenas inteligibles. Nadie se atrevía a enfrentarse al médico del pueblo, sabían que no era mala persona, y mucho estaban allí gracias a él. En el fondo todos sabían que solo necesitaba desahogarse y olvidar, había sido un día muy duro. El bar se había convertido en un duelo y todos los que lo apreciaban estaban allí, compartiendo su inmenso dolor. Sin embargo, muchos empezaron a abandonarlo, heridos por la humillación y descalificaciones. Las miradas se cruzaron “¡y tu que miras mentecato! El joven corpulento se levantó sin dejar de mirar al matasanos cincuentón. Tras otro trago de güisqui vomitó fuego en forma de más ofensas contra el joven y su madre. El médico no lo vió venir y cuando quiso darse cuenta estaba rodeado de fuertes brazos: “¡Ya está bien papá, vamos a casa! Ya verás que la próxima temporada volveremos a ascender otra vez”.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Consuelo

“Tuve que salir de allí”, me repetía insistentemente, como intentado justificarme, mientras, sudoroso, me aflojaba la corbata de aquel traje negro. “Ella me perdonará, lo sé, ella lo entenderá”. Como un autómata, con los ojos enrojecidos, mi mirada se perdía entre calles, persiguiendo las escasas sombras que se colgaban de algunas paredes sin apenas querer tocar el suelo. A esa hora de la tarde los sádicos rayos de sol se colaban por el cuerpo, como perforándolo, hasta llegar al estómago, recalentando todo el café que había tomado durante la noche. La acidez se mezclaba con el cansancio, la rabia y la pena, era como un barrizal que no dejaba fluir las ideas empantanadas. No sé cuanto tiempo pasó, ni cuantas calles vacías recorrí hasta que fuí tropezando con otras gentes, que me empujaban hacia dentro. Ahora, recuerdo sus lágrimas temblorosas, uniéndose al agua que salía por su nariz para empapar sus labios asustados. Cuando me vio, dio unos pasos vacilantes hasta agarrarme, como cuando los niños aprenden a caminar, y me lo dijo, a bocajarro, entre sollozos. Y ahora, tres meses más tarde, estoy aquí, sentado entre tanta gente, que no conozco, ni ellos a mí, mirando a un mismo sitio, a mismo hombre, apretando los dientes, cerrando los puños, afilando nuestras miradas, aguantando la respiración, levantándonos sigilosamente y … ¡Goooooooool!
Gritamos, lloramos y nos abrazamos mientras oigo los golpes de martillo sobre la lápida.

La sal de tu ausencia

Alguna veces, cuando los días nos dejan solos huelo la sal de tu ausencia y presiento el murmullo de tus secretos que se petrifica...