La rabia rompe la tierra
para esconder tus raíces,
de avergonzados secretos,
de tantas frustraciones,
que alimenta el agua contaminada
de odios y temores.
Y retorciéndose en el fango,
entre finos hilos de venganza,
brotan los retoños verdes,
orgullosos, elegantes, espigados,
apuntan al cielo inclemente
recordando con sus frutos jugosos
los sinsabores de una vida engañada,
cuando pagas los pecados de los otros,
cuando te dejan en las umbrías soledadades
y tu alma se vuelve oscura,
húmeda, de tantas lágrimas,
rota, de desesperanza.
Ya no tienes ojos,
solo ramas y espinas,
ya no distingues a los amigos
porque todos son otros,
otros sin almas.
No te importan las caricias
Ni que coman tus frutos
Frutos venenosos
Asesina sin alma.