No
dejes que los muros de tu piel
y
te hagan isla.
No
dejes que tus ojos
cieguen
tu alma ignorante
mientras
los cuervos desesperan en el cielo.
No
dejes de jugar
en
la inocencia
y
en las verdes orillas de las cosas.
No
dejes que la noche te acurruque
y
el miedo te espante
a
la hora de las brujas.
No
sientas el pulso temblar
cuando
el cuchillo asesino
caiga
en tu mano.
No
dejes de pensar
palabras
hermanas de las tuyas.
No
dejes de llorar
cuando
las almas rotas te aprisionen
y
supliquen con lamentos tus heridas.
No
vuelvas la mirada atrás
cuando
te alejes del camino
y
tu mano ensangrentada
acaricie
a las víctimas.
No
dejes de navegar
surcando
entre la espuma y la brisa.
No,
dejes que seas náufrago
de
tu destino;
que
te lleve la corriente a su antojo.
No,
nunca dejes
que
te lleve gratis la muerte.