Con los ojos cansados
vas echando raíces en el
horizonte
con un dolor que pare gotas
del recuerdo
mientras lloras
y maldices
las tierras lejanas
las que agrietan tu ausencia,
como un templo vacío
en el que los años se han ido
desparramando
bajo la sombra que agujerea la
conciencia
y encadena la huida
manchando la tierra
de huellas que huyen
hiriendo la muerte
mientras grita el alma.
Y lo lejos se hace infinito
y se vuelve sueño,
un sueño que adormece
desterrando el alma del
viajero
como una sangre extraña
que se va envenenando de nostalgia
cuando la ciega mirada
se vuelve olvido
y los ojos se duermen
desvaneciendo su rabia.