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Mostrando las entradas etiquetadas como Poesía

Nana

Los ojos más bellos que horadaron el tiempo se han dormido en tus manos y la cama vacía se ha acurrucado de sonrisas heridas, de miradas perdidas huérfanas de ti. El aire ha dejado de respirar y se ha impregnado de miedos, de temblores que trepan por las piernas y sacuden violentamente el alma, fuego abrazador que aletea, sudor amargo que ahoga, marea que borra las estelas. Hoy los relojes han perdido la fe y las hojas de un nuevo otoño deambulan sin saber qué hacer. Hoy puede que siempre lo sea y el pulso a la vida se llena de rabia como una traición que se canta en una nana.

Quiero mirarte a los ojos

Quiero mirarte a los ojos, quiero preguntarte tu nombre, quiero verte tras el muro  que esconde tu alma. Quiero contar los niños muertos, quiero saber cómo se llaman tus hijos, si los miras a la cara. Quiero saber cuánto vale tu orgullo, cuánto sus vidas, para pagarte,  para que no los mates. Quiero que me hables de venganza, si matas porque te obligan,  qué compras con lo que te pagan. Quiero ver a tu madre junto a ti, quiero ver a esos niños en sus brazos, quiero que conozcas sus nombres y lo pronuncies en alto. No quiero preguntarte por qué lo haces, solo quiero saber cómo te sientes: si te sientes sucio si duermes por las noches si juegas con tus hijos… 

Sur

Sol en tus ojos y en tus manos  en el azul que ahoga de alambrada blanca. Tierra en tus ojos y en el aire garras de aviones con  sus gritos  de muerte y de niños con sus jeringuillas que besan sus madres. Sal en tus ojos rojos tomates que desangran las carreteras de los sures secos  de flacas cabras. Noches en tus ojos luces de discotecas de camareros y turistas de cemento y hambre  y paro. Viento en tus ojos  Sol y tierra y agua salada en tus venas y en tu rabia.

RECETA

Acariciar un horizonte con olor a pimiento tierras cercanas de un nuevo mundo  con un cielo de hielo a medio hacer como tortilla estrellada de huevos fríos en la que tu cuerpo de vino se convierta en patria de corazón desalmado envasado al vacío susurrando la sal de tus sueños rotos, el sabor del tiempo perdido en escabeche, la fragancia del miedo sin ataduras, la salsa de rabia a fuego lento cuando la piel ajada se hace deseo entre gemas caramelizadas de dudas picantes y nuevas sensaciones deshuesadas al vapor.

Niños de trapo

En el taconeo roto de largo viaje las prisas escondidas entre sueños han mordido a los niños de trapo junto a la puerta vacía sorprendidos por la tarde y por las escaleras van cayendo los tristes pasos y sus maletas grafiteando con sus cosas los instantes mientras la vecina gritona escupe besos y los hijos de los hijos se curan sus ombligos ensangrentados y llenan la tarde de despedida dejando un eco de silencios como estela y el mar se llena de brazos y sus huesos esperan en la orilla donde la voz lejana se hunde en el barro alimentando las entrañas de la tierra fecunda hembra que pare semillas fuertes raíces que se retuercen flor que huele a veneno veneno que hiere y mata perfume que mendiga a sus hijos.

Leña rota

La leña rota sacude sus alas y el color de la risa arde banderas alzando la noche como una fiesta en la trastienda del fuego herido en los frentes sin fe pariendo cenas de cadáveres en los armarios, cunas de cenizas en los pozos caducados donde aún se escuchan el canto de los sables dibujando fronteras que profanan el mar levantando muros en los ojos y el amanecer se cubre de moho olor a olvido reciclado que cae como lluvia fresca sin vértigo, estelas que emborronan el aire, y la patria se hace himno y se hace música, y los ríos de madera arrastran mentiras que escupen en el papel violado de sangre y tinta corrompida, huérfanos de la verdad que mendigan sus culpas una voz atronadora como un eco que fluye anunciando clandestina la derrota. 

Heridas

En las esquinas de sus pensamientos cuelgan viejas heridas que trepan como hiedras y se vuelven isla. Es un mundo redondo y ciego, un silo de sonrisas de amor, un tesoro de ego blanco, hielo bajo las pestañas que escupe miradas que abrazan la tinta prisionera hermana de la luz y la sombra, una dama de encajes de madera, cruz de hogueras viejas, de noches tristes cuando el llanto llama. Sol de tardes quietas cuando el viento muere cada mañana y el niño juega y la tumba calla.

Mañanas en San Cristóbal

Nada,  solo caminar sobre las perlas arrugadas de un aliento azul, susurro de una mañana sobre la sombra vieja de la piel. Esa brisa de salitre pegajoso escupe el nombre, solo un nombre que arrastran los callados hasta el mar murmurando brillos azabaches sus labios rotos sobre una cuerda de infinito besan, lentamente, las nubes ocres, juramento de hombres arracimados, lombrices de dientes de oro que navegan sin dejar estela y los rayos parten el cielo de un dios imposible maldecido entre rezos y miedos. 

Olvidé

Olvidé el murmullo de las olas, la lenta agonía de los sueños, el vértigo del amanecer. Olvidé arrancarme el cordón umbilical que me encadena a la vida y renuncia a la conquista del vuelo. Olvidé tantas cosas… y tantas otras que nunca imaginé, ahora, cuando regreso a la casa y las puertas ya están cerradas,  y las ventanas colgadas de la tarde, y los platos vacíos sobre la mesa. Olvidé despedirme y mirarme al espejo y ya no sé quién soy. Sin darme cuenta me fui alejando de mí.  Y, ahora, cuando ya no soy, sin darme cuenta… olvidé  los fantasmas  que deambulan por la casa sin saber a dónde ir.

Olor a café

Como manos enracimadas, el olor a café acaricia los ojos ciegos de recuerdos, sabor amargo que recorre las venas, secreto a voces que llama a escondidas. Café amargo y tibio de un negro brillante como la vida retuerce su aroma en la memoria, canción desgarrada de despedida, gota amiga que surca los vacíos profanos y cae sobre todos nosotros hundiendo sus garras cuando en el atardecer se marchita la rabia y la renuncia se deshace en la nada. Los féretros se hacen pequeños para contener tantas lágrimas desparramadas que rebozan sin dolor cuando la imagen surge tras ellas y la lluvia hiere y quema. Una gota que cae de tus ojos una mañana que se apaga en tus manos, el sueño imposible cuando la noche llega con ese sabor  que se queda en el alma. Vicente in memoriam

LA CANCIÓN OLVIDADA

El olor del tiempo muere lejos cuando los sueños rotos nos olvidan y las lágrimas huérfanas nos persiguen entre la maleza del hastío y la rabia. Lejos, cuando tu pelo se ondula  en el viento envenenado de la memoria y tus labios incoloros se deshacen en la distancia, siguiendo el ritmo oscuro de los deseos, a golpes del eco que esparce  el aroma de tu taconeo azul; presiento las huellas sobre el asfalto hasta la trampa mortal bajo la canción olvidada de  noches de blanco satén.

Codorniz

El eco del prejuicio, como el punzón  que golpea a una codorniz malherida, alumbra la palabra, en el  rojo atardecer que resbala de las manos y acaricia el silencio marmóreo, bajo las miradas que se precipitan desde el cristal público, maceta en la que  se exhibe la flor artificial que da color a las mentiras, cuadro grotesco que decora la pared de las conciencias en las tristes mañanas ahogadas por el ruido del viejo y negro piano de cola desafinado instrumento prisionero de las sombras cuando la lámpara se apaga, clandestina. Reto en La Esfera Cultural

OTOÑO

Ana Déniz in memorian Mientras nos ahogábamos en las sombras, el otoño llegó sin darnos cuenta y los caminos se perdieron bajo la hojarasca. Este otoño agónico y seco que se retuerce sobre sí mismo con sus dobleces anunciando heridas más profundas cuando la rabia se arruga hasta envejecer y las lágrimas se convierten en una savia babosa y amarga. Sí, el otoño ha llegado y ha cubierto el cielo de nubes negras, sobre las que anidan cuervos disfrazados de gaviotas que nos arrancan del alma jirones de recuerdos. El otoño ha llegado tarde,  cuando ya no lo esperábamos como un pozo infinito donde se vierten las esperanzas como una noche oscura que nos cubre como una lápida. Y en medio de tanto vacío  el sueño nos acaricia  en las madrugadas y las raíces  se encrespan en la memoria cuando la brisa fresca arrastra la hojarasca                                                  y los caminos nos buscan para llevarnos.

La sal de tu ausencia

Alguna veces, cuando los días nos dejan solos, huelo la sal de tu ausencia y presiento el murmullo de tus secretos que se petrifican en la roca. La mirada naufraga entre las olas, allá por el atardecer, cuando el Sol acaricia el horizonte y tu rabia contenida se adormece. Entonces, me abrazas para sentirme isla,  prisionero de tus orillas,  libertad adherida al azul inmenso. Cierro los ojos para navegar en las noches por los mares de espinas cuando la luna siembra su velo en el aleteo de luz surcado por la estela de los viajeros por donde se esparcen sus sueños. Somos peces secos, jareas de alma marina que arrastran las corrientes  para buscamos en las orillas: esclavos, piratas, bucaneros y polizones; hombres y mujeres de maletas vacías, cruzadores de charcos de sueños rotos. En el fondo descansan nuestras derrotas, tumbas de sirenas  y sus cantos, viento que se vuelve brisa aletargada cuando se pierde la última batalla.

Nos quedará el aire

Y después … nos quedará el aire, un desierto de silencios, las palabras enterradas en la piel, noches tibias adormecidas que se esparcen en la memoria exiliada. Nos quedará el eco y sus palabras, el susurro de las conciencias, que mecen el recuerdo envenenado en la rabia y crecen echando raíces entre las malas hierbas. Nos quedará un mar de cenizas, lágrimas que hieren los horizontes, donde se ahogan las madres ciegas de las cosas cuando la tempestad amaina y ya no hay regreso. Nos quedará un día, un instante que permanece, una imagen de una mujer desnuda, una mirada limpia y penetrante que busca en el interior de la gente y remueve el fango miserable. Nos quedará las manos vacías, el espejo agrietado que rememora, una concavidad donde cobijarnos y acunar la desesperanza. Nos quedará el aire, frío y distante, como cristales rotos,   manchados de sangre, un espacio irredento donde conquistar los sueños. ESCRIT

Resistencia

No dejes que los muros de tu piel te hagan prisionero y te hagan isla. No dejes que tus ojos cieguen  tu alma ignorante mientras los cuervos desesperan en el cielo. No dejes de jugar en la inocencia y en las verdes orillas de las cosas. No dejes que la noche te acurruque y el miedo te espante a la hora de las brujas. No sientas el pulso temblar cuando el cuchillo asesino caiga en tu mano. No dejes de pensar palabras hermanas de las tuyas. No dejes de llorar cuando las almas rotas te aprisionen y supliquen con lamentos tus heridas. No vuelvas la mirada atrás cuando te alejes del camino y tu mano ensangrentada acaricie a las víctimas. No dejes de navegar surcando entre la espuma y la brisa. No,  dejes que seas náufrago de tu destino; que te lleve  la corriente a su antojo. No, nunca dejes que te lleve gratis la muerte.

Cuando cerré los ojos

Cuando cerré los ojos dejé de oír sus gritos ahogados, los que encogen el alma  cuando el miedo revienta cuando el dolor se desangra. Primero la zarandearon y la insultaron luego violaron a mi hermana, la tuya, la que siempre paga. Destrozaron la vieja tele  y sus cristales cayeron como lágrimas,  cayeron las cortinas rojas sobre el suelo y el suelo se llenó de golpes y de sangre. El aire se tiñó de lamentos, el amor de odio el refugio en tumba el grito en llanto. Cuando cerré los ojos las huellas se borraron. El viento sobre la arena, La piel quemada, los tambores de guerra la tierra mutilada. Cuando cerré los ojos hundieron sus uñas en el mar de sangre negra, de peces de plástico, de gaviotas sin plumas, de piel acerada. Y sus carnes podridas de oro, fueron devoradas por rostros buenos, por rostros malos, los que salen en la tele, los que siempre salen cuando cerramos los ojos, cuando apagamos l