Cuando cerré los ojos
dejé de oír sus gritos ahogados,
los que encogen el alma
cuando el miedo
revienta
cuando el dolor se desangra.
Primero la zarandearon y la insultaron
luego violaron a mi hermana,
la tuya,
la que siempre paga.
Destrozaron la vieja tele
y sus cristales
cayeron como lágrimas,
cayeron las
cortinas rojas sobre el suelo
y el suelo se llenó de golpes y de sangre.
El aire se tiñó de lamentos,
el amor de odio
el refugio en tumba
el grito en llanto.
Cuando cerré los ojos
las huellas se borraron.
El viento sobre la arena,
La piel quemada,
los tambores de guerra
la tierra mutilada.
Cuando cerré los ojos
hundieron sus uñas en el mar
de sangre negra,
de peces de plástico,
de gaviotas sin plumas,
de piel acerada.
Y sus carnes podridas de oro,
fueron devoradas
por rostros buenos,
por rostros malos,
los que salen en la tele,
los que siempre salen
cuando cerramos los ojos,
cuando apagamos los miedos
cuando nos ignoramos.
4 comentarios:
Hermoso poema que lanza un dardo a quien lo lee; sí, nos hemos acostumbrado a olvidarnos de las cosas, en un abrir y cerrar de ojos, instalados en nuestra plácida y dulce incapacidad.
Gracias, Isabel. Creo que la poesía tiene ese don de conmovernos cuando nos rebelamos contra esa inercia que nos adormece, y, más allá de conseguir nuestros objetivos, nos permite reencontrarnos con nosotros mismos. Un abrazo.
Marcos Alonso
Los pelos de punta al leer esta poesía. Yo también tengo un blog de relatos si quieres, te paso el link para que le eches un vistazo. El tuyo me gusta mucho.
Espero que lo disfrutes. Saludos.
http://tupapelenblanco.blogspot.com.es/
Gracias Verónica por tu comentario y por tu invitación. Un abrazo.
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