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viernes, 4 de noviembre de 2011

Alucinación


 
    Cuando estás ahí, un aire impuro y espeso ahoga todas tus esperanzas; las venas de tu cabeza se te hinchan como si fueran a reventar  y tu piel se tensa y enrojece haciendo más visible la expresión de odio y rabia de tus ojos.
    Siempre hay algo que te invita a levantar la vista, como si quisieras agujerear el techo de la cueva, donde te hallas prisionero, para llegar hasta el cielo y suplicar sin amor, sin nada a cambio que ofrecer. Es entonces cuando te das cuenta del vacío que sientes y hasta qué grado te desprecias.
–Chacho, colega, déjate de rollos, ¿me vas a comprar las joyas de la vieja, o no? Que te juro que es para comprarme un aipá de esos.  Joo, vaya tela tiene el literato este.

La sal de tu ausencia

Alguna veces, cuando los días nos dejan solos huelo la sal de tu ausencia y presiento el murmullo de tus secretos que se petrifica...