El
eco del prejuicio,
como
el punzón que golpea
a una
codorniz malherida,
alumbra
la palabra,
en
el rojo
atardecer que resbala de las manos
y
acaricia el silencio marmóreo,
bajo
las miradas que se precipitan desde el cristal
público,
maceta en la que se exhibe la flor artificial
que
da color a las mentiras,
cuadro grotesco que decora la pared de las conciencias
en
las tristes mañanas ahogadas por el ruido
del
viejo y negro piano de cola
desafinado
instrumento prisionero de las sombras
cuando
la lámpara se apaga, clandestina.
Reto en La Esfera Cultural