Te dí un nombre
y se me olvidó,
mientras el mar borraba las huellas,
cicatrices de pasos olvidados,
entre caminos que se separan
para perderse.
Luego perdí el amor,
lejos,
entre siluetas irreconocibles,
en los fangos de la desesperación
de las tardes sin sol,
en las lunas vacías,
cuando el eco se pierde
para convertirse en arrorró.
Hoy ya no recuerdo tu piel,
su olor,
su calor tibio entre almohadas
cuando soñábamos horizontes
tras las ventanas.
Hoy ya no siento
y el viento se duerme
en las noches grises,
en las madrugadas.
Tampoco sueño,
ni rezo,
ni me pellizco,
solo me desvanezco
recordando
el arrorró.