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jueves, 25 de marzo de 2010

El otro lado



Sé de amaneceres tranquilos,
sepultado por las sábanas que se aferran a mi cuerpo,
sin que se resignen a despedirse de la noche,
los ojos vuelven a cerrarse para viajar
entre mares de arena,
siguiendo las huellas que se borran,
y el olor intenso, casi salado
me invade tras la rendición,
dejándome conquistar
cuando mi piel deserta
y renuncia a sentir.
La distancia parece infinita
y calma las despedidas
en ese mundo ajeno
donde nos escondemos de los otros,
de nosotros mismos.
Es cuando surgimos, renacemos,
casi magníficos,
sin que la mirada se detenga en los demás,
como si fueran pequeñas cosas,
como si las cosas se escondieran de nuestras miradas
y una sonrisa surge devorándolo todo,
las ruinas se precipitan,
mientras nos mantenemos contemplativos,
también, ajeno, al otro lado
donde despertamos asustadizos
deseosos de que llegue la noche.

La sal de tu ausencia

Alguna veces, cuando los días nos dejan solos huelo la sal de tu ausencia y presiento el murmullo de tus secretos que se petrifica...