Y
después …
nos
quedará el aire,
un
desierto de silencios,
las
palabras enterradas en la piel,
noches
tibias adormecidas
que
se esparcen en la memoria exiliada.
Nos
quedará el eco y sus palabras,
el
susurro de las conciencias,
que
mecen el recuerdo envenenado en la rabia
y crecen
echando raíces entre las malas hierbas.
Nos
quedará un mar de cenizas,
lágrimas
que hieren los horizontes,
donde
se ahogan las madres ciegas de las cosas
cuando
la tempestad amaina y ya no hay regreso.
Nos
quedará un día,
un
instante que permanece,
una
imagen de una mujer desnuda,
una
mirada limpia y penetrante
que
busca en el interior de la gente
y remueve
el fango miserable.
Nos
quedará las manos vacías,
el
espejo agrietado que rememora,
una
concavidad donde cobijarnos
y
acunar la desesperanza.
Nos
quedará el aire,
frío
y distante,
como
cristales rotos,
manchados de sangre,
un
espacio irredento
donde
conquistar los sueños.
ESCRITORES
POR CIUDAD JUÁREZ.
Arinaga
(AGÜIMES)
Marcos
Alonso