Los
ojos más bellos
que
horadaron el tiempo
se
han dormido en tus manos
y
la cama vacía
se
ha acurrucado de sonrisas heridas,
de
miradas perdidas
huérfanas
de ti.
El
aire ha dejado de respirar
y
se ha impregnado de miedos,
de
temblores que trepan por las piernas
y
sacuden violentamente el alma,
fuego
abrazador que aletea,
sudor
amargo que ahoga,
marea
que borra las estelas.
Hoy
los relojes han perdido la fe
y
las hojas de un nuevo otoño
deambulan
sin saber qué hacer.
Hoy
puede que siempre lo sea
y
el pulso a la vida se llena de rabia
como
una traición
que
se canta en una nana.