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Sin él



Cada mañana moría al abrir los ojos, y como una luz vertiginosa se hundía en los abismos más tenebrosos, entonces permanecía allí sin que nada le afectara por algún tiempo, al menos hasta que comenzaba a recordar.
-“¡Hola Pablo!” –Oyó decir, y su visión se fue haciendo cada vez más nítida hasta emerger a la superficie.
-¡Preciosa! –Exclamó sorprendido- ¿Qué haces tú aquí? -La sonrisa de su joven sobrina se balanceaba como un andamio ligero que cuelga en las alturas.
Era tan pequeñita cuando llegaron a España…, y sin embargo, se había convertido en toda una mujer. De su morenez brotaba el brillo de sus dientes y de sus ojos color café. Marcela había llegado desde Madrid exclusivamente para verlo y atenderlo, era el único cordón umbilical que lo unía a su reducido grupo familiar en España: La madre de Pablo, envejecida y enferma, de tantos sinsabores, de tanto huir sin esperanzas, compartía, a trozos iguales, ternura y amor con su hijo y su hija, de distinto padre, a los que ya les había perdido la pista desde hacía años. Marcela e Iven, sus nietas, y hermanas de madre entre sí, resumían la cuenta familiar. Marcela a sus dieciocho años rivalizaba en seriedad y madurez con su madre, que apenas le llevaba dieciséis años. Muchas veces se enfadaban y Marcela siempre conseguía el apoyo y la protección de su abuela, ante su escandalizada madre, que no dejaba de gritar y tirarse de los pelos cada vez que la abuela intervenía a favor de su nieta. Pablo parecía reír, cuando Marcela con sus ojos iluminados y gestos exagerados recreaba aquella situación, si no fuera por aquel tubo que le permitía respirar artificialmente y que borraba dolorosamente su sonrisa.
Como todas las mañanas una catarata de imágenes lo inundaba de luz recordando a sus amigos entre risas y cervezas, bailando merengue con su coqueta novia, soñando con aquel pequeño chalecito que quería construir en la costa, rodeado de sus pequeños, mientras el sonreía desde la barbacoa. Cada día las imágenes se sucedían más rápidamente y se volvían borrosas, cada vez le costaba recordar y distinguir la realidad. Ya no era capaz de razonar si realmente su sobrina llegó a estar a los pies de su cama. Solo recordaba el golpe sin dolor de aquel andamio sobre su cuerpo y entonces gritaba sin oírse, y maldecía, y su ojos, sin lágrimas, se enrojecían como el fuego que quema por dentro, y una voz en forma de pensamiento brotaba preguntándose por qué no se rompió una vértebra más, justo la que estaba por encima, apenas unos milímetros, la que lo hubiese liberado de las cadenas perpetuas, era entonces cuando conseguía cerrar los ojos, imaginándose sin él, en medio de una paz enorme y lejana.

Comentarios

Mercedes Pinto ha dicho que…
Esta triste historia bien podría ser la de tantas personas que de repente se ven impedidos, con su sueños rotos... Nos haces reflexionar, darnos cuenta de cuántas cosas están a nuestro alcance y no valoramos. ¿Es necesario que suframos una prueba así para saborear la vida?
Buena entrada y bien escrita. Enhorabuena.
Nos vemos.
Anónimo ha dicho que…
No voy a llorar,no quiero y estoy tan sensible ultimemente...pero bueno me has ayudado a comprender que la idiotèz que me preocupa ni vale una làgrima ante semejante relato...Pero ya has visto como somos los humanos ,nunca nada es peor que lo que nos afecta a cada quien. Gracias a pesar de la tristeza por hacerme entender que lo mio es ...una nonada. Beso "Mujer rebelde".
emilio ha dicho que…
Triste pero bello relato...
Un abrazo.
Marisa ha dicho que…
Por cuantas tonterías
nos quejamos.
Historias como esta
hace que algo se
remueva en nuestro
interior.
Gracias por traerla
hasta nosotros.

Besos.
Moisés Morán ha dicho que…
Una buena historia, tan real como la vida misma.
Marcos Alonso ha dicho que…
Cierto Mercedes, qué poco valoramos lo que tenemos hasta que dejamos de tenerlo.

Un abrazo
Marcos Alonso ha dicho que…
Y a pesar de todo cuando nuestro ánimo se nos cae o se no escapa como una mascota caprichosa lo más pequeño nos pùede resultar lo más terrible.
änimo y un abrazo
Marcos Alonso ha dicho que…
Gracias Emilio. Un abrazo
Marcos Alonso ha dicho que…
Cierto Marisa y cómo quisiéramos sustituir a esas personas aunque fuese un ratito y liberarlas para sentirnos bien.

Un abrazo
Marcos Alonso ha dicho que…
Sí Moisés, de hecho se me ocurrió escribirlo al oír un caso similar, durante días le daba vueltas sin dejar de pensar en lo mucho que estaría sufriendo, escribir ese texto fue como pagar una deuda pendiente pretendiendo sensibilizar.

Un abrazo

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