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Mostrando entradas de septiembre, 2009

¿Sabes...?

¿Sabes..? Creo que nos necesitamos. Somos inseparables. Sé que pronto te irás con otros o con otras. Pero ahora eres mío, o mía, da igual. Por unos segundos, o algo más, si hay suerte, estarás unido, o unida, a mí, y ya será para siempre, como un trocito de eternidad. Algo de mí se colará por tu mente escondiéndose como los gusanos hasta morirse en soledad, sin que te des cuenta, sin que eso te importe. No creo, pero siempre hay una posibilidad de que ese gusano inútil, dispensable, aleatorio, preñado de ideas y formas caprichosas, por no decir estúpidas, reviente entre capilares y tejidos nerviosos para derramar miles de larvas por todos los lados, produciéndote un cosquilleo de vez en cuando. Entonces, te darás cuenta que estoy dentro de ti. Sujeto, alerta ante cualquier temporal, agarrado con uñas y dientes para no perderte. Lo sé. Yo mismo estoy plagado de esos bichos tan incómodos y no paro de rascarme. Nunca aprendo, ya me lo habían advertido pero no lo puedo evitar. Es como pro

Vendetta

La rabia rompe la tierra para esconder tus raíces, de avergonzados secretos, de tantas frustraciones, que alimenta el agua contaminada de odios y temores. Y retorciéndose en el fango, entre finos hilos de venganza, brotan los retoños verdes, orgullosos, elegantes, espigados, apuntan al cielo inclemente recordando con sus frutos jugosos los sinsabores de una vida engañada, cuando pagas los pecados de los otros, cuando te dejan en las umbrías soledadades y tu alma se vuelve oscura, húmeda, de tantas lágrimas, rota, de desesperanza. Ya no tienes ojos, solo ramas y espinas, ya no distingues a los amigos porque todos son otros, otros sin almas. No te importan las caricias Ni que coman tus frutos Frutos venenosos Asesina sin alma.

Amargura

Como con una pinza sujetaba el cigarrillo entre sus dedos, a la vez que lo contemplaba atentamente, igual que si fuera un diamante. El humo giraba retorciéndose en el aire hasta desvanecerse. También sus pensamientos confusos, que abrazaban su mente, extinguidos por los tragos de güisqui con hielo. Su mirada quemaba al camarero, que se negaba a servirle mas copas y le pedía que se fuese, como si fuera el culpable del infierno en el que se encontraba. Inspeccionado, por los allí presentes, los desafiaba entre insultos y gritos, apenas inteligibles. Nadie se atrevía a enfrentarse al médico del pueblo, sabían que no era mala persona, y mucho estaban allí gracias a él. En el fondo todos sabían que solo necesitaba desahogarse y olvidar, había sido un día muy duro. El bar se había convertido en un duelo y todos los que lo apreciaban estaban allí, compartiendo su inmenso dolor. Sin embargo, muchos empezaron a abandonarlo, heridos por la humillación y descalificaciones. Las miradas se cruzaron

I´m yours

Una vez más, sobre el pegajoso sillón de piel, hacía equilibrio para no resbalar. Las palabras argentinas de aquella mujer de horteras gafas de pasta, pararrayos de las miradas que caían sobre sus grandes tetas bailonas , se mezclaban con el “I´m yours ” que bajaba por el patio del edificio para colarse entre las persianas y bañar la consulta que parecía una sala del Louvre . Durante meses su mente sufrió el retorcimiento psicológico que prometía escupir unas pocas gotas enclaustradas desde hacía treinta y tantos años. Una inmensa cruz de granito paleozoico asfixiaba su garganta de la cual solo salía un hilito de pequeñas palabras en forma de papilla. Día a día fue perdiendo la fé . Aburrido, tarareaba la canción, mentalmente, en medio de los monótonos discursos de la doctora, sin dejar de mirar las zapatillas de cuero que se balanceaban en el extremo de aquellas piernas, enfundadas en unos pantalones amarillos de pata ancha. Arrepentido de perder su tiempo no tenía grandes esperanza

Consuelo

“Tuve que salir de allí”, me repetía insistentemente, como intentado justificarme , mientras, sudoroso, me aflojaba la corbata de aquel traje negro. “Ella me perdonará, lo sé, ella lo entenderá”. Como un autómata, con los ojos enrojecidos, mi mirada se perdía entre calles, persiguiendo las escasas sombras que se colgaban de algunas paredes sin apenas querer tocar el suelo. A esa hora de la tarde los sádicos rayos de sol se colaban por el cuerpo, como perforándolo , hasta llegar al estómago, recalentando todo el café que había tomado durante la noche. La acidez se mezclaba con el cansancio, la rabia y la pena, era como un barrizal que no dejaba fluir las ideas empantanadas. No sé cuanto tiempo pasó, ni cuantas calles vacías recorrí hasta que fuí tropezando con otras gentes, que me empujaban hacia dentro. Ahora, recuerdo sus lágrimas temblorosas, uniéndose al agua que salía por su nariz para empapar sus labios asustados. Cuando me vio, dio unos pasos vacilantes hasta agarrarme, como cu

A tu lado

Cuando muere el calor en tus manos, ahogado por las lágrimas vacías, tu sonrisa vacila, hasta perderse, mientras tu piel se vuelve de un gris sin brillo ahumando tu morenez . Cuando una mirada amiga te observa, desde lejos, ve como tus otoños se precipitan en tu alma, escarchas astilladas por el golpe, Duro y seco, de agitada desilusión, de arrastradas pisadas que se niegan a recorrer el camino inverso. Cuando te grito, la voz se vuelve inútil con el viento en contra que roba las palabras. Tu sombra, mala sombra, que te da la espalda, avergonzada, enlutada, muerta en vida, maltratada. Cuando corro y te alcanzo, mi aliento, tu mirada perdida, desenamorada. Y te abrazo, como un amigo. Y te beso, como un hermano. Tus sollozos se pierden entre mis brazos y de tu risa brotan tibias primaveras y de tus labios carnosos mil gracias. Y mi mano acaricia tu pelo. Y mi corazón escondido muere enamorado.

HOY

Este día quiero salir de mí, de puntillas, sin mirar atrás dejando ese cuerpo dolorido, desgastado, incoloro. Hoy no quiero ser más esclavo de mi esclavo. Hoy quiero romper la cadenas de papel que me momifican como un mal regalo; alejarme lo suficiente y retorcerme en el éter, sin necesidad de respirar, y ahogarme en la lluvia fresca, acribillándome , deshaciéndome en una muerte limpia, en una muerte dulce con champiñones y salsa de Champagne , como si me degustara en lentos y breves sorbos. Hoy quiero probarme, para saber si me gusto; mirarme con atención, con cuidado, con respeto. Hoy quiero quererme, como a un recién nacido, y llorar, si fuera necesario, sin dejar de reír . Y mimarme… Y crecer, sin prisas, con el tiempo imprescindible para contar estrellas, muriendo las veces que sean precisas, aprendiendo de mis errores, bromeando con ellos. Hoy quiero bañarme en las lagunas de las dudas, entre sus olas, de espuma fresca, sin temer navegar, dejando estelas en el olvido. Hoy quiero