Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de enero, 2010

El bulto (V)

Ya se que soy pésimo con las matemáticas, nunca entendí las ecuaciones de segundo grado, ni la importancia que pudiese tener. Siempre creí que eran inútiles, y una majadería de los profesores, hasta ahora. La moneda seguía en el aire dando vueltas sin parar. Mis pasos temblorosos se preguntaban quién o qué podía ser aquello, mientras recordaba la imagen de Montse escapando de mis brazos. Al menos los cerditos , ranitas y fantasmas no entraban en la ruleta, o eso esperaba. Y mis pasos seguían llevándome con ellos, sin yo querer. El bulto parecía crecer y mi temor con él. No me atreví a tocar aquella cosa, irreconocible , empaquetada en mantas, como si fuese un regalo impredecible. Bordeé la cama, hasta el otro lado, sobre el que se recostaba, y adiviné un rostro que a duras penas sobresalía. Me acerqué, con cuidado, con miedo, temiendo algo, que a lo mejor ya sabía y lo miré: ¡¡era él!! Quiero decir: ¡era yo! ¡¿Cómo él podía ser yo?! Bueno, dejémonos de ecuaciones” –pensé. Era joven

El bulto (IV)

Peggy estaba tan fuera de sí que la tomaba con todos los allí presentes. -¡ Montse , no te rías que mí no tener gracia! –Le gritó, con su peculiar acento británico, a la chica X , haciéndole perder la incógnita. -Perdona Catherine , es que no me esperaba tu reacción ante tal acto romántico – dijo Montse para volver a reír. - Aaah , no…? ¿Tú que haber hecho si ser yo? –Le preguntó Catherine , sin esperar que la catalana se ruborizara. - Puess …, no sé, a lo mejor estoy a tiempo de hacer lo mismo –Dijo con una mirada afilada y amenazante, pero con sonrisa divertida. A mí se me ponía una sonrisa de tímido corderito indefenso, a medida que Catherine se iba acercando hasta donde estaba yo. - Uff , Jose que mal te veo, –Dijo Musculitos – no te imaginas de lo que es capaz de hacer mi hermana –añadió el enlutado hermano. -¡ Aaaah es tu hermano! –Dije, casi gritando de alegría, y todos volvieron a explotar de risa. Mi reacción les resultaba absurda e inesperada. Montse celebró mi ocurren

El bulto (III)

Cuando llegué a la cocina, maniatado por pensamientos confusos, la encontré de espalda, junto al fregadero haciendo no sé qué. Su silencio y su indiferencia a mi “Hola…”, que salió vacilante y tímido de mi boca, como queriendo decir: “te buscaba, pero no se que decirte”, me dejó abatido. Decepcionado me senté para no dejar de contemplarla. Su largo pelo ondulado, de color castaño, con reflejos más claros, se extendía sobre su camiseta azul, que a duras penas cubría sus culottes rojos. La camiseta disimulaba un cuerpo llenos de curvas que daban forma a aquella delgadez. Su morenas piernas parecían fuertes y contorneadas como un balaustre. Lo que quiera que estuviese haciendo con sus manos se reflejaba en su atractivo trasero, que parecía equilibrar los movimientos de sus miembros superiores. De repente, su cuerpo pareció temblar, como si hubiese recibido una descarga eléctrica. Pero era un temblor sensual y rítmico que se extendía desde su cabeza hasta los gruesos calcetines rojiazule

El bulto (II)

Mientras avanzaba, sin saber por qué ni a dónde, como si fuera arrastrado aguas abajo, mis ojos se abrían de vez en cuando, deslumbrados por las grietas de luz que surgían de algunas ventanas. Nuevas arcadas me recordaron que teníamos que llegar a puerto lo antes posible, sin embargo, las numerosas puertas que había a lo largo del pasillo, y que parecían desdoblarse por momentos, no advertían al navegante de ser un destino seguro. ¿Qué oscuros secretos se ocultarían tras ellas? ¿Qué extraños seres serían sus moradores? En forma de fantasmal barco pirata, avanzaba inseguro, tropezando, de vez en cuando, con los témpanos de hielo, en forma de mesillas adosadas a la pared o de algún que otro objeto no identificado . Al final del pasillo, la puerta entreabierta invitaba a entrar. Al asomarme vi una amplia cocina, levemente iluminada por la luz de una ventana, y dentro de ella una discreta puerta que anunciaba ser el baño. Esperanzado me abalancé sobre ella y la abrí con cuidado. De la osc

Mi isla

Mi isla no es de tierra ni de mar, es de espesas brumas, de sudor salado que transpira entre sus heridas abiertas y se hunde en sus raíces para buscarse siempre. Mi isla tiene forma de sueño que aparecen en los destierros donde nace una lágrima al oír sus ecos, una nota de timple , el susurro de las chácaras , el canto sostenido de una isa , al oler sus recuerdos. Mi isla no es una isla, son muchas, como mundos en el Universo, infiernos y paraísos, isla de piratas y saqueadores, de tesoros en sus entrañas donde se mezclan las savias de sangre dulce y amarga de piel curtida, de voz amable. Mi isla eres tú, si quieres, en ella caben todos, mi isla no es tierra ni mar, ni playa ni lava es la bruma que se lleva en el alma…

Sin él

Cada mañana moría al abrir los ojos, y como una luz vertiginosa se hundía en los abismos más tenebrosos, entonces permanecía allí sin que nada le afectara por algún tiempo, al menos hasta que comenzaba a recordar. -“¡Hola Pablo!” –Oyó decir, y su visión se fue haciendo cada vez más nítida hasta emerger a la superficie. -¡Preciosa! –Exclamó sorprendido- ¿Qué haces tú aquí? -La sonrisa de su joven sobrina se balanceaba como un andamio ligero que cuelga en las alturas. Era tan pequeñita cuando llegaron a España…, y sin embargo, se había convertido en toda una mujer. De su morenez brotaba el brillo de sus dientes y de sus ojos color café. Marcela había llegado desde Madrid exclusivamente para verlo y atenderlo, era el único cordón umbilical que lo unía a su reducido grupo familiar en España: La madre de Pablo, envejecida y enferma, de tantos sinsabores, de tanto huir sin esperanzas, compartía, a trozos iguales, ternura y amor con su hijo y su hija, de distinto padre, a los que ya les ha

Lo presiento

Sé que está ahí, lo presiento, pero algo de nosotros lo retiene, como si fuésemos nuestros propios censores. Nuestro cuerpo y nuestra alma, igual que se nutren y crecen, también, producen desechos, que tratamos de esconder avergonzados , como si no fueran nuestros, como si nos avergonzáramos de nosotros mismos, apresurándonos a evacuarlo de nuestro interior por la puerta de atrás, a altas horas de la noche, cuando ya nadie nos ve. Solo queremos mostrar al mundo una parte de nosotros, la parte más bella, delicada o sensible que fabrica nuestra mente o nuestras manos, para ser aceptados por los demás, quizás, por nosotros mismos. Pero, cuánta basura producimos, cuánta diarrea mental se acumulan en nuestro interior cuando se descomponen nuestras ideas y los pensamientos se vuelven confusos, perdiendo la solidez necesaria. Es entonces cuando no aguantamos más y cunde el pánico. Los ríos de tinta se confunden con los chorros que producimos y, cuando los leemos, nos avergonzamos de su olor

Prefiero

S i he de mentirte alguna vez prefiero que sea en la noche cerrada donde las lágrimas escondan su brillo y el viento anuncie la despedida como el puñal traicionero. Si he de lamentar lo vivido prefiero recoger los cristales rotos de las ventanas abiertas por las que entraron tantas mañanas antes de que llegara el mediodía. Si he de mencionar una palabra prefiero que sean las tuyas para llenarme de tí y hacerte prisionera en mis pensamientos. Y cuando los años se cansen prefiero contarlos para saber cuántos perdí, cuántos te debo, cuántos no me cansaría de contar y esconderlos en el bosque de tu esencia antes de partir a las cruzadas sin fe para morirme sin mí, en desiertos anónimos, en el furor de batallas sin enemigos, y disfrazar de leyendas las guerras sin causa, las derrotas ajenas, las esperanzas abiertas que se desangran y fluyen sin fin.