Ir al contenido principal

Entradas

Momento

Como ladrillos que recorren la pared, el dolor se amasa con sombra fresca y se cuecen a fuego lento, viejo, ahumado por la culpa con su calor sucio que corrompe y la salud se reciente hasta que grita, como un manifiesto que propugna el fin de algo, algo que ya no queda, como si fuera el alma rota, una coma en cada frase, un respirar profundo cuando no tenemos nada que perder, cuando el reino se ha rendido y la luz se aleja en la tarde,  despacio,  vislumbrando la sombra muerta, el momento último,    la mirada quieta, el frío mármol.

Cuentos chinos

   N unca antes había escrito sobre mí en este blog, no lo había considerado necesario, ni siquiera para opinar sobre algún hecho o alguna cuestión, no es esa la función que dio luz a este blog, y que aspira a reflejar el pulso artístico y literario actual.    Permítanme, sólo hoy, pues puede ser la última vez que escriba, que me desfogue, ahora que me siento triste y amargado; y siento decirlo, creo que también lo estarán ustedes cuando terminen de leer este artículo, al menos aquellos que les gustan escribir y/o sueña con ser escritores algún día.    Nos gusta ser aceptados, por eso vestimos a la moda; vamos a la peluquería (en mi caso es un decir) para que nos hagan peinados que desafían las más elementales leyes de la gravedad; aprendemos chistes, incluso los ensayamos en casa, para luego, entre los amigos, resultar graciosos y simpáticos; o nos empapamos en documentales televisivos, Internet o libros sobre diversos temas, desde el futbol hasta la influencia de los caracoles poli

Tras la sonrisa (XV)

   E l gentío bailaba, reía y todos levantaban sus manos, también Juan, que se atrevía a dejarse llevar por el ritmo de la música, tarareando el estribillo de algunas canciones, como si aquel brebaje mágico lo hubiese transformado, dándole un poder que desconocía.    Todo empezaba a resultar familiar y sus desconocidos amigos lo miraban con simpatía, reían y cantaban en torno a él, que no se percataba del magnetismo que resultaba tener, ni como muchos lo seguían, imitándolo. Se sentía reconocido. Incluso los del fondo lo saludaba desde lejos, en especial una atractiva mujer cuyo pareo era permisivo a las miradas que adivinaban su coqueto cuerpo. A su lado, un hombre fornido y muy bronceado, que llevaba unas bermudas con figuras verdes, también levantaba su copa. Él, Juan, sonreía hasta que, de forma inesperada, su expresión se heló “!joder, pero si es el purasangre!” –gritó en su interior, acordándose, de golpe, de aquella promesa en forma de juramento: “¡Prométemelo Juan! Tienes que

Loba

Del frío surgió una atmósfera de cristal casi irrespirable, que se rompía constantemente por cada respiración entrecortada por cada palabra, pronunciada, con la que maldecía, esperanzada, la loca hermosa con rabia vieja. Deambulaba, sola, por los estrechos desfiladeros aprisionando sus sentidos y disparando sus emociones contenidas; luego, llegaba hasta el riachuelo siguiendo las huellas que se arrastraban por la nieve, sedienta, donde lamía sus heridas la hermosa loca, en la soledad del bosque acariciando su piel mientras olía la sangre caliente, la hembra sola, de sus víctimas confiadas y lloraba, la vieja loba, lloraba en la noche fría.

Muerte o libertad

E n cada madrugada escucho los silencios disponibles, la música de los gatos, la danza del viento, los viejos recuerdos que amarillean para convertirse en sueños, donde siempre apareces en forma de silueta, que anuncia tu desnudez, evasiva, dispuesta a huir sin darme tu nombre. Y mientras me acerco, despacio, ojeando los alrededores, flotando en un mar graso y negro, mis amigos, divertidos, corren atraídos por la Ciudad Santa, cuando la tormenta de nubes rojas nos sorprende, empapándonos de sangre. Dudo y tú te alejas sin dejar estelas que me lleven hasta tí en medio de la neblina luminosa. Huelo tu presencia, dudo, ¿ muerte o  libertad? no sé quién eres, quizá ambas cosas.

Tras la sonrisa (XIV)

C uando el móvil dejó de latir, creyó que se rompía el cordón umbilical que le había mantenido unido a ella durante tantos años, como si fuera amarras de aquel barco, y, de repente, el aire fresco impactó en su rostro a bocajarro, al alongarse al exterior desde la barandilla del barco, para perder su mirada entre la espuma que surgía como una risa. Sus pensamientos se enredaban en el remolino de agua que persistía en acompañar al navío y se sumergía en una especie de vacío que parecía abarcarlo todo, sólo al fondo se oía el ritmo de la música, sin que apenas se pudiese distinguir la letra de Edwin Rivera. Una voz lejana repetía una y otra vez la misma palabra... -Señor…! –Oyó finalmente cuando una mano femenina le tocó suavemente el hombro, haciéndolo girar en un acto reflejo- Perdone, le apetece un mojito –Dijo la camarera, con un acento dulce y caribeño. De su rostro, lleno de una morenez iluminada, ligeramente escondido por su larga cabellera rizada, que era batida por el viento;

Tras la sonrisa (XIII)

   S us pensamientos, viajeros ausentes de aquel cuerpo en forma de barco fantasma, que parecía navegar por el Mar de los Sargazos, sin rumbo ni destino conocido, giraban sin parar en la búsqueda de un punto de referencia que diese sentido u orientación a las ideas que se descomponían en flashes.     Las calles, cada vez más estrechas, arropaban, con sus frescas sombras, a la extraña figura que martilleaba los adoquines, sumergidos, con frecuencia, en espesos charcos, desde donde ascendía un hedor húmedo y cálido. Victoria Eugenia pareció despertar cuando el eco de gritos lejanos y el ruido de alguna motocicleta se multiplicaba por el apretado espacio de la callejuela.     El frío de la corriente de aire parecía rasgar su piel, que se rebelaba provocando una reacción de extrañas sensaciones; y sus ojos parecían abrirse para descubrir un submundo sombrío y amenazante que le resultaba desconocido. Comenzó a sentirse observada, casi vigilada, desde las alturas por algunas miradas. S