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Tras la sonrisa (XIII)

   Sus pensamientos, viajeros ausentes de aquel cuerpo en forma de barco fantasma, que parecía navegar por el Mar de los Sargazos, sin rumbo ni destino conocido, giraban sin parar en la búsqueda de un punto de referencia que diese sentido u orientación a las ideas que se descomponían en flashes.


    Las calles, cada vez más estrechas, arropaban, con sus frescas sombras, a la extraña figura que martilleaba los adoquines, sumergidos, con frecuencia, en espesos charcos, desde donde ascendía un hedor húmedo y cálido. Victoria Eugenia pareció despertar cuando el eco de gritos lejanos y el ruido de alguna motocicleta se multiplicaba por el apretado espacio de la callejuela.


    El frío de la corriente de aire parecía rasgar su piel, que se rebelaba provocando una reacción de extrañas sensaciones; y sus ojos parecían abrirse para descubrir un submundo sombrío y amenazante que le resultaba desconocido. Comenzó a sentirse observada, casi vigilada, desde las alturas por algunas miradas. Se sentía perdida y amenazada en aquellas aguas peligrosas, donde, seguro, acechaban a victimas como ella. Temerosa, dudaba, sin saber hacia dónde ir, a medida que la calle serpenteaba, desapareciendo cualquier rastro humano justo en el momento en que, al girar, la calle se volvía oscura bajo un edificio antiguo.


    Su miedo se transformó en un temblor, casi doloroso, y su respiración se volvió agitada y entrecortada, sus ojos insistía en visualizarlo todo y sus oídos afinaron su agudeza para detectar lo que presentía. De repente un ruido la alertó y salió disparada por aquella galería, pero, cuando ya llegaba al final del túnel, miró hacia atrás desequilibrándose y cayendo violentamente al suelo, junto a unos trastos viejos, que estaban repartidos a un lado de la calle.


     Por un momento quedó aturdida, hasta que, tras los siguientes segundos, un intenso dolor se fue apoderando de ella. Notaba como sus manos, que intentaron minimizar la caída, estaban ensangrentadas, y casi insensibles; su cuerpo magullado presentaba algunas pequeñas heridas, pero lo más que le preocupó fue ver como su rodilla se hinchada, sin apenas poder moverla. Dolorida se quejaba entre sollozos, sin dejar de mirarse, hasta que algo le llamó la atención. Vio moverse unos cartones, arracimados junto a la salida del tunel, del cual empezó a salir una silueta, a la que Victoria Eugenia miró con desprecio, sin lugar a dudas era el origen de lo que le había ocurrido, pensó.


     La oscura silueta seguía siendo oscura cuando finalmente se liberó de aquel envoltorio, como si fuese un ave recién nacida. Sucio y grasiento el hombre negro miraba fijamente a Victoria Eugenia, tratando de darle sentido a lo que veía. Su cara cambió de color cuando vio acercarse al hombre alto y delgado que se movía torpemente. Parecía un gran espantapájaros desarrapado con su gorro del que salía mechas de pelo amasado y lucía una encanecida barba de varios días. Cuando se arrodilló hasta ella y agarró su pierna, Victoria Eugenia, quiso gritar pero, extrañamente, no salía ningún sonido de su boca abierta, sin duda era una mala copia de “El Grito” de Edward Munch. Antes de desmayarse lo último que oyó fue el sonido de su móvil que no paraba de sonar.

Comentarios

Militos ha dicho que…
¿Qué quieres que te diga? pues a mi hasta me empieza a dar pena de Victoria y he pasado miedo con ella, debe ser un susto ver salir a alguien entre cartones, en una calleja y en plena noche...
un beso, Marcos.
Marcos Alonso ha dicho que…
´Ciertamente, Militos, la vida se vuelve Cruel con nuestro antipático personaje, casi hasta convertirse en real. Quuizá sea una oportunidad para que ella nos cuenten muchas cosas que no queremos escuchar.

Un beso y gracias.
la palabra en cierne ha dicho que…
Marcos. Algún día llegarás a sabio.
Mientras tanto y eso suceda y este sitio deje de ser un lugar de vómito PIDO POR ENÉSIMA VEZ QUE DESAPAREZCAN MI NOMBRE Y ESCRITO EN LA EDICIÓN IMPRESA. DE LO CONTRARIO INTERPONGO UNA DENUNCIA.
la palabra en cierne ha dicho que…
Me refiero al n 1 de la esfera.
Marcos Alonso ha dicho que…
Beatriz, creo que no habrá problema por eso, sólo es cuestión que se lo pidas por e-mail. Lo que habrás visto sólo es un borrador en PDF. No obstante, no he visto por ninguna parte tu nombre, Beatriz Calvo, a no ser que te refieras a "palabra en cierne". No creo que esa sea motivo de manipulación de nada, a no ser que sea una marca registrada. Te recuerdo, igualmente, que tú, y recuerdo haberlo leído pedistes a FranCo que te incluyera, aunque sólo fuese una "cosita", si él lo ha hecho es para agradarte. Por eso me resulta difícil de aceptar tu postura. Sé que lo haces por despecho y porque, de alguna manera, te sientes dolida, al creer, equivocadamente, que has sido marginada o despreciada.
Unknown ha dicho que…
Pues si te fijas en colaboradores habituales aparece mi nombre.
Si las cosas se hacen para "agradar" en una revista "literaria" vamos mal.
Lo que debería haber hecho el tal FranCo -nombre que no atiene a su significado- es haberse puesto en contacto previamente con los "colaboradores" y publicar esas cositas con previa autorización.

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