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El volcán

Antes de  que  a alguien se le ocurriera inventar  el telégrafo  y se tendieran miles y miles de kilómetros de cable, uniendo continentes y océanos, como si se tejiera una inmensa tela de araña para atrapar al mundo para siempre; las noticias se tomaban su tiempo para recorrer las distancias, a veces insuperables, otras tardaban semanas,  meses en muchos casos. Las cosas ocurrían cuando tenían que ocurrir, sin prisas, en su momento. Las guerras se hacían en verano y luego se sembraba. Los días eran largos, la vida corta . Y todo ya estaba escrito, sólo había que esperar y morir y resucitar. Cuando escribo estas palabras puedo hacer clic  con el ratón en una pestaña del monitor y saber si ya hay un nuevo gobierno en Grecia o en Italia; si el dictador de un país de África es el mismo de ayer o la OTAN y/o el presidente Obama han puesto a otro; si ya estamos salvados o nos hundimos definitivamente en la crisis económica que nos tiene atenazados; si los hijos de Rajoy se han comido

Decisión

             H abía puesto todas sus cartas sobre la mesa y, ahora, era consciente de que no le quedaba otra opción que vender su alma al diablo. No lo dudó ni un segundo y se propuso huir lo más lejos posible. Rápidamente se subió al coche y en un santiamén se puso en el aeropuerto. Por más que buscó no encontró a nadie que lo mirase a los ojos, justo en el instante en que extrajo la pistola del estuche. No escuchó el ruido ensordecedor, ni percibió como la bala se abría hueco entre sus sesos reventados. Solamente sintió el cálido resplandor que lo acogió, antes que el calor lo penetrara y deformara la sonrisa que acompañaba a sus palabras: “Ya estoy aquí…” Finalmente su mundo se había convertido en un infierno.

Alucinación

       C uando estás ahí, un aire impuro y espeso ahoga todas tus esperanzas; las venas de tu cabeza se te hinchan como si fueran a reventar  y tu piel se tensa y enrojece haciendo más visible la expresión de odio y rabia de tus ojos.     Siempre hay algo que te invita a levantar la vista, como si quisieras agujerear el techo de la cueva, donde te hallas prisionero, para llegar hasta el cielo y suplicar sin amor, sin nada a cambio que ofrecer. Es entonces cuando te das cuenta del vacío que sientes y hasta qué grado te desprecias. –Chacho, colega, déjate de rollos, ¿me vas a comprar las joyas de la vieja, o no? Que te juro que es para comprarme un aipá de esos.  Joo, vaya tela tiene el literato este.

Sin nombre

Tus dedos dibujan letras en su cara, mientras sonríes siguiendo su mirada que se agarra a la vida estéril y seca asiéndose a tu cuello para no caer en el abismo, buscando leche en tus pechos de piel y llanto, encarándose ,malhumorado, a los minúsculos buitres que lo acosan y muerden sus labios y sus ojos mientras él los golpea con su rabia. Escribes sobre su piel nombres impronunciables porque sabes que apenas podrás usarlo ni siquiera para  llamarlo cuando agonice ni siquiera para seguir su rastro. No necesitará mares  para contemplar la belleza, ni frondosos bosques para exaltar el espíritu solo sentirás un suspiro y lágrimas de alegría al recoger el polvoriento mendrugo, un grito de emoción cuando la sed se alivia, Y nosotros nos volveremos ciegos como él para no vernos ni reconocer su olor fétido en los basur eros.

Desayuno familiar

E ra un día nublado, pero en el interior de aquel hogar siempre daba la impresión de  que resplandecía el Sol durante el fin de semana, y que se extendía un cálido ambiente adormecedor. Como todas las mañanas del domingo, la joven pareja se parapetaba, con sus dos hijos, frente al televisor, aún en pijamas y abrigados con numerosas mantas, mientras los pequeños, como dos cachorrillos,  se empujaban  buscando el calor de sus padres, que los abrazaban y acariciaban mientras ellos no paraban de jugar hasta que comenzaban las noticias. Era el programa  preferido de toda la familia, que provocaba que se excitaran nada más oír la música  de cabecera, manteniendo toda su atención y concentración.  Marta  hacía un intento de levantarse para ir a preparar el desayuno, pero sabía que Jose  la retendría para ofrecerse él. No le importaba, le encantaba mirarlos tiernamente desde la cocina, que quedaba abierta al salón por un gran ventanal y a la terraza, desde donde se divisaba el frondoso

Los hombrecillos

D icen que los grandes seres que gobiernan el mundo, a veces, se reúnen en secreto en algún lugar del espeso bosque. Llegan desconfiados y temerosos de que los descubran, recelando de los otros, mostrándose hostiles y agresivos, como si tuvieran miedo. Cuando rebasan la puerta principal, se quitan sus pieles y se descubren, para luego salir del interior de sus titánicos cuerpos unos miserables hombrecillos desnudos, temblorosos y asustadizos, de grandes ojos que sobresalen de sus pálidos rostros enfermizos.  Ya en el interior de la humilde casita de madera, bajan por una larga rampa, moviéndose torpemente, chocando unos contra los otros y emitiendo pequeños gruñidos, como si fuera una manada de ratas desorientadas. En la oscuridad, el silencio parece adormecerlos hasta que se oye la débil voz de uno de ellos, que inicia una especie de plegaria que repiten los demás intermitentemente, provocando un murmullo que se vuelve ensordecedor a medida que rezan cada vez más rápido, casi

Oscurece en Las Palmas de Gran Canaria

Presentación de Oscurece en Edimburgo La primera novela escrita de forma conjunta por 7 autores Jueves, 7 de Julio de 2011, a las 19.30 h. El Corte Inglés (Mesa y López, 15 – 7º planta) Oscurece en Edimburgo ha roto la dinámica de escritura unidireccional, escritor-lector. En dicho acto y como presentación a nivel nacional de la novela, se debatirá sobre la dificultad de escribir una novela por varios autores y la experiencia vivida en el proceso de su escritura. Una novela que nace sin plan de escritura previo, sin personajes definidos y mucho menos sin final. A modo de carrera de relevos. A medida que pasa el tiempo y a medida que avanzan los nuevos sistemas de comunicación, la forma de comunicarse entre lector y escritor avanza también. Se trata de encontrar nuevas maneras de escribir, de trasladar el mensaje y en Oscurece en Edimburgo se ha conseguido. En una novela, el lector se acomoda a la voz que traza un narrador, una voz que, a lo largo de la historia pueda tomar diferen