A hora que somos una sociedad madura que tiende a envejecer y a sufrir los achaques de la edad, nos asusta el descontrol, el caos y el desgobierno. En la vieja Europa, después de vivir una vida llena de hitos históricos, de ser la impulsora del progreso y las libertades; del bienestar social y la democracia, nos volvemos asustadizos y conservadores; sin duda, este mundo vertiginoso y cambiante nos incomoda y atemoriza. Hemos perdido la agilidad mental y física que nos lanzó a las calles parisinas, o de cualquier otra ciudad europea, guiados por la libertad, en medio de las barricadas del inconformismo y embriagados de idealismos revolucionarios, y no era un fin lo que perseguíamos, sino ese ambiente romántico, una forma de vida, el ser utópicos sin necesidad de utopías. Pero ya somos la vieja Europa, la que se empeña con ese caminar victoriano, con la cabeza muy alta, a pesar de los problemas de cervicales que padecemos, sin querer reconocer que ya no somos el centro del
Este blog es un parto prematuro en el que el autor aún anda aprendiendo a cambiar pañales. A modo de incubadadora, solo pretendo que éste sea un lugar cálido y acogedor donde lo más importante sea compartir y aprender para seguir creciendo. ¡Bienvenidos!