jueves, 17 de noviembre de 2011

Ojos cansados




Con los ojos cansados

vas echando raíces en el horizonte

con un dolor que pare gotas del recuerdo

mientras lloras

y maldices

las tierras lejanas

las que agrietan tu ausencia,

como un templo vacío

en el que los años se han ido desparramando

bajo la sombra que agujerea la conciencia

y encadena la huida

manchando la tierra

de huellas que huyen

hiriendo la muerte

mientras grita el alma.


Y lo lejos se hace infinito

y se vuelve sueño,

un sueño que adormece

desterrando el alma del viajero

como una sangre extraña

que se va envenenando de nostalgia

cuando la ciega mirada

 se vuelve olvido

y los ojos se duermen

desvaneciendo su rabia.

martes, 15 de noviembre de 2011

El paraíso




Cuando llegué al paraíso, me pregunté qué dios me trajo hasta aquí si sólo tengo fe en mí, sólo en mi profundo convencimiento de volar hasta lo más alto posible, a costa de de los demás, a los que vi caer al abismo implorándome ayuda,mientras yo los observaba indiferente, convencido de que para existir vencedores tienen que haber muchos más perdedores, y sobre sus cadáveres fundé mi imperio. Y ahora estoy aquí lejos de todo, en esta paz inmensa, en medio de la calidez que me soporta, rodeado de un azul celestial, en el Edén del que tanto oí hablar y que me aseguraban que era el destino del honrado y del trabajador, y no para granujas como yo. ¡Qué equivocados estaban! ¡Qué lejos de la verdad se hallan los ignorantes cuando no quieren ver! Como si yo no me mereciera más estos placeres que otros, incapaces de creer en sí mismos; que aquellos débiles cuyos rezos no le sirvieron de nada, ni su vida ejemplar y sacrificada de verdaderos imbéciles. No, sólo los hombres como yo se han ganado este premio, los guerreros  más fuertes, los más astutos, sólo los más ambiciosos y sin falsos escrúpulos supimos sobrevivir entre tanta sangre para llegar hasta aquí. Firmado: Anónimo, Islas Caimán, verano de 2011.

viernes, 11 de noviembre de 2011

El volcán


Antes de  que  a alguien se le ocurriera inventar  el telégrafo y se tendieran miles y miles de kilómetros de cable, uniendo continentes y océanos, como si se tejiera una inmensa tela de araña para atrapar al mundo para siempre; las noticias se tomaban su tiempo para recorrer las distancias, a veces insuperables, otras tardaban semanas,  meses en muchos casos. Las cosas ocurrían cuando tenían que ocurrir, sin prisas, en su momento. Las guerras se hacían en verano y luego se sembraba. Los días eran largos, la vida corta. Y todo ya estaba escrito, sólo había que esperar y morir y resucitar.
Cuando escribo estas palabras puedo hacer clic  con el ratón en una pestaña del monitor y saber si ya hay un nuevo gobierno en Grecia o en Italia; si el dictador de un país de África es el mismo de ayer o la OTAN y/o el presidente Obama han puesto a otro; si ya estamos salvados o nos hundimos definitivamente en la crisis económica que nos tiene atenazados; si los hijos de Rajoy se han comido hoy los dos plátanos o no; si el paro sigue aumentando a unas cifras de vértigo o existen los milagros, o si el dichoso volcán del Hierro estalla de una vez o nos va a tener en ascuas para siempre.
Ya nos estábamos acostumbrando a esto de la Globalización,  para lo bueno y para lo malo; al Cambio climático; el agujero de la Capa de ozono; las canciones de Pepe Benavente… pero, últimamente, parece que todo se precipita y nos acercamos al abismo. El terror nuclear tras el accidente de Fukushima nos ha puesto los pelos de punta y ya tememos lo peor, en cualquier momento la historia se puede repetir en cualquier país como el nuestro, menos avanzado que el del Sol naciente. Pero también vuela sobre nosotros la sombra de una crisis desconocida hasta ahora por sus dimensiones y terribles consecuencias. Ya se habla de un después donde nada será igual que hasta ahora y nuestras vidas se llenan de interrogantes: ¿China la nueva potencia? ¿Dejaremos de ser un país rico? ¿Cuándo me quedaré sin trabajo? ¿Una Unión Europea sin unión y sin Europa? ¿Qué va a pasar con España? ¿y la sanidad? ¿y la enseñanza? Y tantas otras cosas…
El vértigo nos acorrala y nos va devorando por dentro, minando nuestras ilusiones, carcomiendo la esperanza, rebajando nuestras expectativas hasta quedar colgados en el presente, en ese abismo al que no nos atrevemos a mirar. A veces parecen que hasta los apocalípticos hayan enmudecidos superados por una realidad que se muestra despiadada como si fuera todo a explotar.
Y tanto es el miedo a lo que pueda ocurrir que casi deseamos que ocurra de una vez por todas para poder superarlo cuanto antes. Todo eso, de alguna manera, parece que está simbolizado por el volcán del Hierro, esa continua amenaza, una posible erupción que puede ser violenta o explosiva y que puede surgir en cualquier momento y en cualquier lugar de la isla, mientras los sismos aterrorizan sin tregua a sus habitantes.  Pocos hombres y mujeres han conocido, en la rica y tranquila Europa, una situación tan llena de incertidumbre, donde nos estamos jugando tanto nuestro porvenir, incapaces de hacer nada, superados por las adversidades, solo contemplando las aguas del Mar de Las Calmas esperando a que todo ocurra, como si, de repente, nos diésemos cuenta de que somos mortales, mientras se agrieta, cada vez más, nuestro Olimpo.

Decisión



            Había puesto todas sus cartas sobre la mesa y, ahora, era consciente de que no le quedaba otra opción que vender su alma al diablo. No lo dudó ni un segundo y se propuso huir lo más lejos posible. Rápidamente se subió al coche y en un santiamén se puso en el aeropuerto. Por más que buscó no encontró a nadie que lo mirase a los ojos, justo en el instante en que extrajo la pistola del estuche. No escuchó el ruido ensordecedor, ni percibió como la bala se abría hueco entre sus sesos reventados. Solamente sintió el cálido resplandor que lo acogió, antes que el calor lo penetrara y deformara la sonrisa que acompañaba a sus palabras: “Ya estoy aquí…” Finalmente su mundo se había convertido en un infierno.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Alucinación


 
    Cuando estás ahí, un aire impuro y espeso ahoga todas tus esperanzas; las venas de tu cabeza se te hinchan como si fueran a reventar  y tu piel se tensa y enrojece haciendo más visible la expresión de odio y rabia de tus ojos.
    Siempre hay algo que te invita a levantar la vista, como si quisieras agujerear el techo de la cueva, donde te hallas prisionero, para llegar hasta el cielo y suplicar sin amor, sin nada a cambio que ofrecer. Es entonces cuando te das cuenta del vacío que sientes y hasta qué grado te desprecias.
–Chacho, colega, déjate de rollos, ¿me vas a comprar las joyas de la vieja, o no? Que te juro que es para comprarme un aipá de esos.  Joo, vaya tela tiene el literato este.

lunes, 31 de octubre de 2011

Sin nombre





Tus dedos dibujan letras en su cara,
mientras sonríes siguiendo su mirada
que se agarra a la vida estéril y seca
asiéndose a tu cuello
para no caer en el abismo,
buscando leche en tus pechos de piel y llanto,
encarándose ,malhumorado,
a los minúsculos buitres que lo acosan
y muerden sus labios y sus ojos
mientras él los golpea con su rabia.
Escribes sobre su piel
nombres impronunciables
porque sabes que apenas podrás usarlo
ni siquiera para  llamarlo cuando agonice
ni siquiera para seguir su rastro.
No necesitará mares
 para contemplar la belleza,
ni frondosos bosques para exaltar el espíritu
solo sentirás un suspiro
y lágrimas de alegría
al recoger el polvoriento mendrugo,
un grito de emoción
cuando la sed se alivia,
Y nosotros nos volveremos ciegos como él
para no vernos
ni reconocer su olor fétido en los basureros.

domingo, 23 de octubre de 2011

Desayuno familiar



Era un día nublado, pero en el interior de aquel hogar siempre daba la impresión de  que resplandecía el Sol durante el fin de semana, y que se extendía un cálido ambiente adormecedor. Como todas las mañanas del domingo, la joven pareja se parapetaba, con sus dos hijos, frente al televisor, aún en pijamas y abrigados con numerosas mantas, mientras los pequeños, como dos cachorrillos,  se empujaban  buscando el calor de sus padres, que los abrazaban y acariciaban mientras ellos no paraban de jugar hasta que comenzaban las noticias. Era el programa  preferido de toda la familia, que provocaba que se excitaran nada más oír la música  de cabecera, manteniendo toda su atención y concentración.  Marta  hacía un intento de levantarse para ir a preparar el desayuno, pero sabía que Jose  la retendría para ofrecerse él. No le importaba, le encantaba mirarlos tiernamente desde la cocina, que quedaba abierta al salón por un gran ventanal y a la terraza, desde donde se divisaba el frondoso bosque que cubría las montañas. Jose disfrutaba con solamente contemplar cómo sus pequeños y Marta se llevaban las manos a la cabeza y reían al ver aquellas graciosas imágenes de la tele. Era sorprendente ver como gritaba el dictador mientras le arrancaban literalmente los pelos de la cabeza hasta convertirse en un amasijo de sangre que caía por su rostro horrorizado. Los niños parecían explotar de risa al ver al personaje suplicar mientras lo linchaban a patadas entre el tumulto. Uno de los pequeños, sin dejar de reír, comparaba esas divertidas  imágenes  con la de la noticia sobre la violación  y asesinato de una mujer la semana anterior, en la que se podía observar como sus gritos se ahogaban antes de perder el sentido a medida que se desangraba por las numerosas cuchilladas que le habían asestado aquella banda juvenil. Jose, que no quería perderse todo el espectáculo se apresuraba con la bandeja del desayuno que colocaba entre los suyos. En ese momento es cuando llegaba la madre de Marta que al abrir la puerta se encontraba con aquel espectáculo “¡¿cómo pueden dejar ver eso a los niños?!” –gritaba escandaliza– frente a los gestos de indiferencias de Marta y Jose que se miraban riéndose “¡no seas anticuada mamá!” –le respondía Marta, mientras su madre seguía mirando con horror cómo sus pequeños nietos devoraban compulsivamente sesos humanos de Irak, costillas de niños de Somalia, riñones haitianos, zumo de ojos de narcos mejicanos y asado de desaparecidos macerado con tripas de toreros muertos.

La sal de tu ausencia

Alguna veces, cuando los días nos dejan solos huelo la sal de tu ausencia y presiento el murmullo de tus secretos que se petrifica...