Se acercó sigilosa, despacio, engañando al tiempo
para retrasar la despedida, el último adiós, el beso en sus labios fríos, el
fin de una historia como cuando se pasa la última página antes de cerrar el
libro. Sintió como sus fuerzas flaqueaban. Sus piernas, incapaces de mantener
su cuerpo, provocaron que sus manos se apoyaran en la fina madera del ataúd y sintió, entonces, su suavidad, como una
tierna caricia que la reconfortó hasta provocarle una sonrisa. Se excusó en su
abatimiento para rozar sus mejillas sobre la tapa de fina madera, repujada en
sus bordes donde formaban graciosos elementos decorativos vegetales que caían
por los laterales; disimuladamente extendió sus brazos sobre aquella obra
maestra reconociendo sus formas y, así, pasó un rato, sin que se percatara de
que su esposo seguía muerto. Cuando fueron a buscarla costó que reaccionara y se apartara del precioso ataúd, cayendo en
esa admiración todos los que se acercaban y tocaban su cuerpo de fino ébano.
Cruzaban sus miradas incapaces de describir las sensaciones que ello le producían, así, el
rumor se fue extendiendo y multiplicando
por todas las salas del tanatorio, atrayendo a todo tipo de gente que nunca
habían conocido al difunto o a su familia. En menos de veinticuatro horas se
inició toda una peregrinación llegando gentes de todos los barrios de la
ciudad, incluso de otros lugares de la provincia. La noticia se había extendido
por internet y los medios de comunicación
y al día siguiente empezaron a llegar más curiosos de todo el país y los
primeros turistas extranjeros, junto a destacadas personalidades religiosas,
políticas y del mundillo de los famosos. El gobierno autorizó que el velatorio
se alargara durante cuatro días más, dada la repercusión mediática y las
consecuencias económicas que de ese hecho se empezaba a producir, hasta que el mal
olor se hizo inaguantable. Fue en ese momento cuando se reunieron las
principales autoridades para tomar una determinante
decisión: sustituir al difunto por otro
más “fresco”. Es así como este lugar se ha convertido en un referente mundial, y,
a pesar de haberse creado otros
tanatorios similares en régimen de franquicia, ninguno como éste ha alcanzado la popularidad y ese magnetismo, por eso no es de extrañar
que el famoso ataúd haya sido declarado no sólo Bien histórico-artístico y Monumento
nacional sino Patrimonio de la Humanidad.
S i he de mentirte alguna vez prefiero que sea en la noche cerrada donde las lágrimas escondan su brillo y el viento anuncie la despedida como el puñal traicionero. Si he de lamentar lo vivido prefiero recoger los cristales rotos de las ventanas abiertas por las que entraron tantas mañanas antes de que llegara el mediodía. Si he de mencionar una palabra prefiero que sean las tuyas para llenarme de tí y hacerte prisionera en mis pensamientos. Y cuando los años se cansen prefiero contarlos para saber cuántos perdí, cuántos te debo, cuántos no me cansaría de contar y esconderlos en el bosque de tu esencia antes de partir a las cruzadas sin fe para morirme sin mí, en desiertos anónimos, en el furor de batallas sin enemigos, y disfrazar de leyendas las guerras sin causa, las derrotas ajenas, las esperanzas abiertas que se desangran y fluyen sin fin.
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