viernes, 23 de diciembre de 2011

Melchor



Simón se estremeció al oír su nombre, que se alargaba en un susurro sonoro y exótico atravesando el jardín dónde jugaba. Sorprendido, su mirada buscó con curiosidad la fuente de aquellas palabras que se repetían, hasta encontrarlo al otro lado de la valla. Era como se lo imaginaba, con aquel vistoso traje largo de vivos colores y un enorme turbante que realzaba aún más su enorme figura. Ya anochecía, pero pudo contemplar la profundidad de sus ojos negros que resplandecían proyectando una mirada que atravesaba hasta llegar al corazón. “Feliz Navidad”, dijo con una tierna sonrisa que  casi abrazaba, antes de darle al pequeño niño, boquiabierto  e incapaz de reaccionar, una preciosa caja envuelta en un papel brillante de elegantes colores y decorada con una cinta de tela transparente, con brillos dorados y plateados. Su madre enmudeció al ver a su hijo con aquella expresión de inmensa felicidad, sin que tuviera tiempo de preguntarle por el autor de su regalo, mientras el presidente seguía indiferente hablando con aquellos hombres. Melchor pudo escuchar la explosión cuando se alejaba de la Villa ocultándose entre los árboles. “Alá es grande”, dijo mientras cerraba sus ojos negros, encendidos por un odio que lo carcomía por dentro.

1 comentario:

GAVIOTA dijo...

Que pases una feliz Noche Buena y una mejor Navidad.
Que trabajes lo suficiente para que obtengas lo que desees.
Besos.

La sal de tu ausencia

Alguna veces, cuando los días nos dejan solos huelo la sal de tu ausencia y presiento el murmullo de tus secretos que se petrifica...