Al atardecer las huellas persistentes
hieren la suave arena rubia
escamando tu piel,
que lames con delicadeza
con la espuma de las olas.
La variopinta comunidad,
como una hilera de hormigas,
se entrega con devoción
en la procesión silenciosa
de miradas perdidas,
que buscan su interior,
anestesiados por la fresca brisa
y el murmullo de las olas,
abandonándose al rumbo prefijado.
El piberío impío,
en franco desorden,
rompe el ritual
alejándose de la fila,
persiguiendo jacas
hurgando en las tripas de las rocas,
mientras los niños vestidos de viejos
corretean descalzos por la arena
resistiéndose a la decadencia.
Y las olas parecen parir nuevos hijos
que resbalan de sus crestas
para deslizarse hasta la orilla.
El pecho se llena de olor a mar
y los interiores rebosan
limpiándolo todo.
El cuerpo se abandona
para que el alma fluya.
Te respiramos y te sentimos
cada latido
que golpea las rocas,
y tu respiración,
allá por la Cicer,
se vuelve agitada.
El sueño se hace pesadilla,
y el bramido de las aguas furiosas
revienta el aire
cuando ya anochece,
vomitando todo tipo de objetos
tras la resaca,
que se esparcen por la orilla.
Los trocitos de vidrios,
esmeraldas, blancos aperlados, ocres…
como lágrimas mágicas,
decoran tu piel trasnochada,
y tus gemidos
resurgen en la batalla húmeda
retorciéndose entre las grandes olas
que lo inunda todo.
Mis pies siente tu calor
y tu piel transpira sudorosa
escondida en la noche
que avergonzada oculta las estrellas.
Y cuando ya llego al Rincón
suspiras,
ya cansada,
para volver a adormecerte
y entregarte a las olas
que se desvanecen en la orilla.
Al dar la vuelta,
cuando el final invita al regreso,
te vislumbro a lo lejos:
como tres montañas en la Isleta.
Tus pechos se mantienen erguidos
y entre ellos sólo se ve tu barbilla.
Recostada sobre el mar,
tus brazos se hunden a cada lado
y tu cuerpo se extiende por la ciudad
iluminada hasta el Istmo
como un corpiño de lentejuelas hasta tu cintura.
Y cuando inspiro profúndamente,
como si quisiera tenerte toda,
cierro los ojos para engañarme
y esconderme en el sueño
donde te encuentro.
Y cuando inspiro profúndamente,
como si quisiera tenerte toda,
cierro los ojos para engañarme
y esconderme en el sueño
donde te encuentro.
8 comentarios:
Qué hermoso, Marcos! El texto está plagado de imágenes potentes, muy vivas. Me ha gustado mucho.
Un abrazo
Gracias Belén. Las Canteras es una playa que recorro continuamente durante todo el año. Como las demás playas, tiene su carácter y nos hace partícipes de sus emociones cambiantes. Pero desde hace poco me he dado cuenta que en realidad es una mujer, cuando al dar la vuelta la ví dormida con su torso desnudo.
Me identifico, sabes que para mí el mar es como mi segunda piel, todo lo que transmite, a veces no sé como se puede vivir sin el mar, sin su olor, sin su inmensidad.
Me ha encantado y me ha vuelto a llevar a mi playa, a mi cala gaditana que siempre añoro.
Un abrazo
Cuantas historias llenas de tantos sentimientos vividos en el mar o cerca de el o lejos de el, me gusto tu blog, sigue adelante compartiendo tu arte, te dejo el link de mi blog que tambien es de poesia pero un pokito diferente, saludos desde Arequipa-Perú
http://el-poeta-de-dios.blogspot.com/
Este poema es precioso =)
Que tendrá el mar...
Gracias Inma y celebro que hayas vuelto a mojar tus recuerdos gaditanos.
Un beso
Gracias Emerson por tu comentario. He visitado tu blog, un lugar auténtico lleno de ilusión y bondad. Enhorabuena
Gracias Fidel nuevamente. A mi el mar me tranquiza, su inmensidad me cautiva, el vaivén de las olas me hipnotiza y el murmullo de las olas me hace volar en los sueños. Un abrazo.
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