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Sin él

Cada mañana moría al abrir los ojos, y como una luz vertiginosa se hundía en los abismos más tenebrosos, entonces permanecía allí sin que nada le afectara por algún tiempo, al menos hasta que comenzaba a recordar. -“¡Hola Pablo!” –Oyó decir, y su visión se fue haciendo cada vez más nítida hasta emerger a la superficie. -¡Preciosa! –Exclamó sorprendido- ¿Qué haces tú aquí? -La sonrisa de su joven sobrina se balanceaba como un andamio ligero que cuelga en las alturas. Era tan pequeñita cuando llegaron a España…, y sin embargo, se había convertido en toda una mujer. De su morenez brotaba el brillo de sus dientes y de sus ojos color café. Marcela había llegado desde Madrid exclusivamente para verlo y atenderlo, era el único cordón umbilical que lo unía a su reducido grupo familiar en España: La madre de Pablo, envejecida y enferma, de tantos sinsabores, de tanto huir sin esperanzas, compartía, a trozos iguales, ternura y amor con su hijo y su hija, de distinto padre, a los que ya les ha

Lo presiento

Sé que está ahí, lo presiento, pero algo de nosotros lo retiene, como si fuésemos nuestros propios censores. Nuestro cuerpo y nuestra alma, igual que se nutren y crecen, también, producen desechos, que tratamos de esconder avergonzados , como si no fueran nuestros, como si nos avergonzáramos de nosotros mismos, apresurándonos a evacuarlo de nuestro interior por la puerta de atrás, a altas horas de la noche, cuando ya nadie nos ve. Solo queremos mostrar al mundo una parte de nosotros, la parte más bella, delicada o sensible que fabrica nuestra mente o nuestras manos, para ser aceptados por los demás, quizás, por nosotros mismos. Pero, cuánta basura producimos, cuánta diarrea mental se acumulan en nuestro interior cuando se descomponen nuestras ideas y los pensamientos se vuelven confusos, perdiendo la solidez necesaria. Es entonces cuando no aguantamos más y cunde el pánico. Los ríos de tinta se confunden con los chorros que producimos y, cuando los leemos, nos avergonzamos de su olor

Prefiero

S i he de mentirte alguna vez prefiero que sea en la noche cerrada donde las lágrimas escondan su brillo y el viento anuncie la despedida como el puñal traicionero. Si he de lamentar lo vivido prefiero recoger los cristales rotos de las ventanas abiertas por las que entraron tantas mañanas antes de que llegara el mediodía. Si he de mencionar una palabra prefiero que sean las tuyas para llenarme de tí y hacerte prisionera en mis pensamientos. Y cuando los años se cansen prefiero contarlos para saber cuántos perdí, cuántos te debo, cuántos no me cansaría de contar y esconderlos en el bosque de tu esencia antes de partir a las cruzadas sin fe para morirme sin mí, en desiertos anónimos, en el furor de batallas sin enemigos, y disfrazar de leyendas las guerras sin causa, las derrotas ajenas, las esperanzas abiertas que se desangran y fluyen sin fin.

Hoy

Tu mirada me secuestra cuando la noche llega y entre el bosque de la multitud siempre escucho tus silencios, y tu expresión severa se hunde en mi piel dejando heridas abiertas para cobijarte. Los años clandestinos nos han vuelto camaradas, cómplices en la guerra guerreros en el amor. Y de nuestros ideales hemos bordado una bandera, que ondea a media asta, sin juramentos ni promesas porque el presente es nuestra patria y tu risa una batalla por ganar. Son los amaneceres los más tristes cuando tu lado se vuelve ausencia y los labios lloran tu partida, mujer de media noche, de atardeceres sin Sol. Te busco en la noches sin Luna en los mares secos en la flor sedienta que echa raíces cuando el olvido no me alivia y me atormenta si no estás tú.

Pensé

Y pensé, alguna vez, que la realidad esta hecha de razones, de esferas perfectas, calculadas por fórmulas exactas, en las que las dudas se esconden temerosas, hasta que son cazadas en pleno vuelo, cayendo al suelo en el momento esperado, por el peso de la gravedad, y se petrifican en leyes irrefutables; que las secuencias ordenan un mundo aparentemente desordenado y los pensamientos son construidos bioquímicamente , cómo las lágrimas o la risa, resultado de emociones básicas aprendidas en los primeros pasos de la vida, predecidas por psicólogos y pediatras. Y pensé todo eso mientras oía sonar un violín repartiendo ondas en el aire, mezclándose con las notas de un piano, y esa poesía inesperada, delicada como el cristal, transparente, sin dejar de ser sobria; esas líneas de palabras que te cortan hasta atravesarte, y oyes la palabra amistad de alguien que no conoces, y tu nombre colgado en un árbol, no importa que sea cursi, tampoco importa que las esferas sean perfectas, pero siento,

Sueños

En la oscuridad del tiempo perdido se oyen gritos de silencios que desgarran las paredes fangosas del pozo profundo de tu alma, donde habitan las siluetas avergozadas de tus anhelos moribundos, de tus fantasías irrealizadas, de tus hambrientas ambiciones, esperando raquíticas, mientras pierden la fe en ti, en tus proyectos inacabados, enredadas en las raíces podridas que no supiste alimentar. Los años se convirtieron en losas que cegaron la entrada y el eco agonizante repite, desde entonces, las palabras que callaste para dejar de ser tuyas. Ahora cuando la vejez te reclama, los sueños vuelven a visitarte y a susurrarte al oído recuerdos y esperanzas, caminos perdidos… Y mientras tus labios se vuelven sonrisa, la luz ilumina las profundidades de aguas limpias, en un mar de corales, espejismo de ilusiones, en el que te contemplas engañado, donde mueren tus traiciones.

Memorias

No sabría explicar como ocurrió todo, ni tan siquiera en que preciso momento sucedió, tampoco recuerdo cómo era ese extraño lugar. El tiempo no nos deja ver más allá de su sombra y es posible que, ya, haya transcurrido demasiado desde entonces. Pero esa idea me da vueltas y vueltas sin parar, y no puedo concentrarme en otra cosa. Antes, al menos, era capaz de distinguir las sombras, de las nubes grises, de la oscuridad de la noche; el frío del calor, pero ya..., ya no. Los silencios me asustan, es como un túnel largo y oscuro del que pueden surgir los extraños seres, que caminan vacilantes, como si estuvieran a punto de desvanecerse, pero en realidad nos acechan, lo sé. Hay que estar atento, nunca puedes cerrar los ojos, si lo haces te atacan despiadadamente, a la vez que gritan enfurecidos: “¡agüelo, agüelooo!”. Si al menos pudiese recordar…

Hogar

El Sol toca la mañana, desperezándose, y acaricia la fría piel temblorosa, los ojos se cierran despacio, mientras susurra la brisa al oído, para sentir su calor. El tiempo se adormece, retorciéndose sobre sí mismo, sin que nada cambie. Los segundos se vuelven latidos y los minutos sangre que fluye por los arroyos hasta abrazarse a los ríos, que besan el mar. La soledad se llena de recuerdos, como adornos navideños, que acompañan en el recorrido, mientras los pensamientos nos buscan, a los nómadas del desierto, un espacio cálido donde vivir: en las inmensas praderas del pasado, agrietadas por vertiginosos abismos; en la espesura del bosque selvático, incierto destino soñado; en las playas arenosas de espuma blanca, orilla de horizontes donde se desvanece el eco en forma de olas. Pero cuando abrimos los ojos volvemos a caminar, siempre por los mismos caminos, atrapados por las mismas paredes como tumbas hogareñas.

Si tú quisieras

Si quisieras podríamos mirarnos a los ojos y verter nuestra rabia contenida en el campo de batalla desangrando nuestras venas de tanto veneno fermentado. Si quisieras… escupiríamos palabras y saldríamos de las trincheras recorriendo las colinas para luchar cuerpo a cuerpo en los fangos miserables. Si tú quisieras moriríamos de sed ahogando nuestros lamentos en un mar de arenas movedizas, para enterrar los reproches almacenados entre la pólvora humedecida. Si tú quisieras nos abrazaríamos entre alambradas desgarrándonos la piel en el ataque suicida hasta desfallecer. Y lejos del frente cuando la paz se hace muerte junto a tu lado cuando la guerra está perdida, los ojos cerrados, grito en silencio: ¡y si tú quisieras…!

A veces

A veces, solo a veces, cuando el camino se pierde llevándonos con él, nos alejamos de nosotros mismos hasta desconocernos, ignorándonos en la superficialidad, mientras que la piel se vuelve inútil y ajena en medio de la resaca otoñal. A veces, solo a veces cuando el frío nos despierta arropados por la hipocresía nos sentimos desnudos y vulnerables. Transparentes, nos observamos vacíos y nos aprestamos a decorar nuestros huesos pintándolos de colores, pero siempre resultan grises como las cenizas. A veces, solo a veces, desandamos el camino buscando huellas en la memoria, echándonos de menos, recordando nuestras gracias, esperando que regresemos al mismo sitio, y cuando por fin nos vemos, a veces, y solo a veces, nos damos cuenta que ya somos otros.

Ya es tarde

En esta noche te recuerdo como una noche, entre el sueño dormido y atormentado, cuando la brisa se convierte en sudor sin saber si realmente exististe alguna vez. Cuando despertaba en medio de la oscuridad, recuerdo ver tus ojos, mirándome sentir tu pelo, acariciándo mi cara, mis latidos golpeándome en medio de un silencio de susurros, cuando los labios se humedecen y la piel grita. El espacio se llenaba de ti y la soledad de tu recuerdo. Alrededor de la cama, no nos dimos cuenta de que el mundo giraba y las agujas del reloj, los segundos eternos se hicieron minutos y éstos pasaron y pasaron… El tiempo moldeándonos a su antojo nos separó por un mar infinito lleno de horizontes, en la distancia donde los ecos mueren, donde la pasión se vuelve añoranza y después recuerdo. Aún me quedaron palabras que decirte porque no fueron suficientes, aún te debo casi la vida porque entonces me sentí tan vivo y quisiera decirte, explicarte y sentirte pero se que ya es tarde. Y sé Que no sé si realment

Historias de nosotros

Dicen que después de todo aquello las cenizas cayeron cubriéndolo todo. Pasó mucho tiempo hasta que una tenue luz fue surgiendo en la oscuridad, que se fue haciendo cada vez más intensa, en medio del viento y el oleaje, rompiendo el techo plomizo, y dejando al descubierto un inmenso cielo azul, cubierto de noches estrelladas y amaneceres radiantes. Las olas mecieron las semillas hasta que germinaron pariendo vida. Las raíces rompieron la piedra y en los bosques surgieron sonidos de las hojas, balanceadas por la brisa y del murmullo del agua, que pronto se fueron confundiendo con otros ruidos hasta que se oyeron los primeros gritos. Los simios se contaban viejas historias con sus miradas, desde que fueron expulsados del paraíso, y cuando descendieron, temerosos, comenzó la gran aventura. Las áridas tierras se helaron y, en las acogedoras cuevas, ratas y cucarachas se convirtieron en convidados de aquellos seres. Cuando todo pasó volvieron los ríos, donde nacieron los dioses y los héroes

Respirar

No quiero oír más palabras que me hablen del llanto aletargado entre las telarañas del rencor; de la furia desenfrenada que nos ciega víctimas de un odio heredado; de la injusticias en las noches tristes cuando los depredadores amanecen hambrientos; de los recuerdos lejanos para fustigarnos en la autocomplacencia. Me resisto a creer en un futuro incierto cuando la vida se ofrece insaciable, cuando tu sonrisa no espera. …Y oler el aire sereno con los ojos cerrados absorbiendo todos sus colores para pintar en mi imaginación un mundo abstracto llenos de matices donde los niños corran en direcciones opuestas persiguiendo horizontes sin barreras. Quisiera que nos mirásemos a los ojos para vernos, y sentir como la piel se eriza al comprender que es la misma, darnos la mano para recorrer los caminos, sin pretender llegar a ningún lugar, solo caminar y caminar juntos, si quieres, sin volver la mirada y cerrar los ojos y oler el aire sereno…

Reflexiones

No me gusta tú cara. Pareces un machista prepotente que intentas evadirte de tus putas frustraciones, mientras te sacas esa mierda entre los dientes y acribillas con tu asquerosa mirada irreverente a la chica, que está al otro extremo de la barra. Son las once de la mañana y me tomo una cerveza. Sé que termino de trabajar a las dos de la tarde y me da igual. Los perros, de distintas clases sociales, pasan con sus mascotas. La viejita mira de arriba abajo al joven, que mea sin pudor al lado del contenedor de la basura, y lo maldice en silencio. Unos metros más allá, su perro se caga en toda la acera, sin que ella se inmute. No se para y sigue. El sevillano también bebe. Tiene dos hijos pequeños y desde hace diez meses no consigue trabajo. Está preocupado, el Betis ha vuelto a perder. La chica del otro lado está incómoda, sabe que la miran y se ha dado cuenta de que su pelo planchado se ha desordenado, por culpa del ventilador que está tras ella. Mis pensamientos fluyen deshaciéndose

Cobardía

Volar bajo y rezar perseguido por la sombra reflejada sobre el cristal que insinúa malos presagios. Traicionado por el tiempo buscas nuevos nidos en el horizonte para volver a ser, rompiendo nuevos cascarones: has sido tú tantas veces tú… y todas tan diferentes, Infinitos momentos, momentos de eternidades, luciendo un gesto insolente como si fueras inmortal: hibris, los dioses ya no te perdonarán. Y ahora Fugitivo escondido en las noches para que las sombras no te delaten, enterrado en la sorda rutina de agobios calurosos, disfrazado en el sentir insípido, rastrero robando días, indigno, cobarde que te ocultas bajo tierra incapaz de morir.

Tics

Sus grandes ojos tenían un brillo especial. Un brillo que se prolongaba en el tiempo, cuando conoció a Jose hacía cinco años. Entonces, aún, los años no pesaban y la vida resultaba ligera. Mensi siempre había sido despistada, era una tradición familiar que se respetaba de generación en generación. Recordaba en la cocina, mientras ordenaba las tazas de café por colores, en ordenadas filas, como si se tratase de una jura de bandera y con las asas siempre hacia el exterior; aquel día en que conoció a quien sería su marido. Cuando habló con él por el móvil por primera vez no entendía como podía haber puesto su número, en vez de el de él en su billete electrónico. Sus labios dibujaban una cierta sonrisa que el tic nervioso trasformaba en una expresión de asco. La pulcritud de Jose es lo que más llamó la atención de la madre de Mensi cuando lo conoció: “Qué limpito parece ese chico”, a la vez que Mensi reía sin ningún tic. La silla parecía un ejecutivo espantapájaro, abrigada por la impecabl

Reflejos

La luz tibia de amaneceres templados acaricia las sombras escondidas de porosos secretos, que se pierden en sus cuerpos cavernosos, deshaciéndose en la arena mojada, donde se reflejan peces multicolores ausentes de las miradas torpes, casi miopes a la imaginación inundando los mares vacíos que son sobrevolados por gaviotas, colgadas de un cielo incoloro, aún por pintar del color preferido. Y después, al bajar la marea, descubrimos las fantasías soñadas en forma de caracolas, que nos cuentan lo que queremos oír; de charcas donde se ahogan las dudas y olvidamos los pensamientos que oprimen nuestras conciencias. En sus aguas limpias y transparentes buscamos nuestra imagen reflejada reclamando ser nosotros mismos y nos aferramos como rocas, batidas por el oleaje sereno, sintiendo la brisa fresca, respirando libertad, hasta que llega la tormenta para sumergirnos entre engaños para escondernos como cangrejos en una realidad que nos ahoga.

Andama, la reina mala (X)

Como si fuera un sueño, una neblina de polvo recorría el barranco, que se desprendía de las grandes paredes, que ahora quedaban atrás, para abrirse en una inmensa llanura, queriendo abrazarse al mar, que ya se divisaba a lo lejos. El millar de cabras invadía las tierras bajas, como un carnaval de intensos olores. El canto desafinado de las hembras, que replicaban, a modo de coro, la llamada del macho, llenaba el espacio, como lamentos burlescos de una murga embriagada. El aire se espesaba con el olor penetrante de los animales, que salpicaban el paisaje con sus colores amarillentos, ocres y marrones, rompiendo la monotonía de las piedras grisáceas del barranco y el verde de los balos, tabaibas y ahulagas. Acostumbrados a las tierras altas, en el llano los pastores se sentían vulnerables, indefensos ante cualquier peligro. Los achicaxnas que trabajaban los campos de cultivos lo respetaban, sabían que eran muy habilidosos en el manejo del palo y el garrote, eran orgullosos y a veces sobe

El Metro

En los extraños recovecos de la mente, donde el vapor asfixiante nos ahoga, como en las profundidades del metro, los recuerdos se vuelven fantasías entre el gentío que nos asimila para convertirnos en masa, casi uniforme, que se mueve entre tuberías oxidadas en los que los cuerpos se abrazan sin quererse en medio de atascos sudorosos a velocidades de vértigo. Y cuando nuestros pensamientos nos abandonan, o cuando somos traicionados por ellos, despertamos para volver a ser, para volver a estar solos, anónimos entre ojos que no se miran, entre cuerpos que se tocan, cuando los latidos sordos se borran por el ruido del tren exhalando vapor por la boca. Junto al oído de una mujer, entre su pelo y su aroma, los dedos de su mano te rozan y sus pechos te invaden para descansar sus pezones afilados, mientras tu mano resbala entre su ropa temblorosa, agitada. Y el susurro eriza la piel y sus muslos otras cosas, en medio de oscuridades, sin tiempo para amarse cuando el deseo llega en la próxi

Recuerdos

Sabía que a su padre no le gustaba verlo llorar, era un hombre y los hombres no lloran. Sus lágrimas eran espesas, como la vida que dejaba su madre tras de sí. Una vida de silencios resignados tras cortinas, encerrada en una casa sin calor, tumba irrespirable sin flores. Los colores de sus ojos, azul y pardo, que tanto había llamado la atención en el pueblo, parecían, ahora, derretirse y descolorarse , inundando las pecas incrustadas en su blanca piel. Sus cuarenta dos años surcaban su rostro sembrando un odio entumecido por la frialdad de la vida que le cayó en suerte. Frente a él, un padre acostumbrado a serlo . De mirada certera, de gatillo fácil, orgulloso de matar moros en la Guerra de Marruecos, a los que contaba junto a las cabras que había desgollado sin diferenciar los unos de las otras. El Macho del Bailadero Hondo, moreno de cuerpo y alma, amaba más a los animales que a sus semejantes, al fin y al cabo, sus más de seiscientas cabras le daban un nombre respetado entre aque