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Ya es tarde

En esta noche te recuerdo como una noche, entre el sueño dormido y atormentado, cuando la brisa se convierte en sudor sin saber si realmente exististe alguna vez. Cuando despertaba en medio de la oscuridad, recuerdo ver tus ojos, mirándome sentir tu pelo, acariciándo mi cara, mis latidos golpeándome en medio de un silencio de susurros, cuando los labios se humedecen y la piel grita. El espacio se llenaba de ti y la soledad de tu recuerdo. Alrededor de la cama, no nos dimos cuenta de que el mundo giraba y las agujas del reloj, los segundos eternos se hicieron minutos y éstos pasaron y pasaron… El tiempo moldeándonos a su antojo nos separó por un mar infinito lleno de horizontes, en la distancia donde los ecos mueren, donde la pasión se vuelve añoranza y después recuerdo. Aún me quedaron palabras que decirte porque no fueron suficientes, aún te debo casi la vida porque entonces me sentí tan vivo y quisiera decirte, explicarte y sentirte pero se que ya es tarde. Y sé Que no sé si realment

Historias de nosotros

Dicen que después de todo aquello las cenizas cayeron cubriéndolo todo. Pasó mucho tiempo hasta que una tenue luz fue surgiendo en la oscuridad, que se fue haciendo cada vez más intensa, en medio del viento y el oleaje, rompiendo el techo plomizo, y dejando al descubierto un inmenso cielo azul, cubierto de noches estrelladas y amaneceres radiantes. Las olas mecieron las semillas hasta que germinaron pariendo vida. Las raíces rompieron la piedra y en los bosques surgieron sonidos de las hojas, balanceadas por la brisa y del murmullo del agua, que pronto se fueron confundiendo con otros ruidos hasta que se oyeron los primeros gritos. Los simios se contaban viejas historias con sus miradas, desde que fueron expulsados del paraíso, y cuando descendieron, temerosos, comenzó la gran aventura. Las áridas tierras se helaron y, en las acogedoras cuevas, ratas y cucarachas se convirtieron en convidados de aquellos seres. Cuando todo pasó volvieron los ríos, donde nacieron los dioses y los héroes

Respirar

No quiero oír más palabras que me hablen del llanto aletargado entre las telarañas del rencor; de la furia desenfrenada que nos ciega víctimas de un odio heredado; de la injusticias en las noches tristes cuando los depredadores amanecen hambrientos; de los recuerdos lejanos para fustigarnos en la autocomplacencia. Me resisto a creer en un futuro incierto cuando la vida se ofrece insaciable, cuando tu sonrisa no espera. …Y oler el aire sereno con los ojos cerrados absorbiendo todos sus colores para pintar en mi imaginación un mundo abstracto llenos de matices donde los niños corran en direcciones opuestas persiguiendo horizontes sin barreras. Quisiera que nos mirásemos a los ojos para vernos, y sentir como la piel se eriza al comprender que es la misma, darnos la mano para recorrer los caminos, sin pretender llegar a ningún lugar, solo caminar y caminar juntos, si quieres, sin volver la mirada y cerrar los ojos y oler el aire sereno…

Reflexiones

No me gusta tú cara. Pareces un machista prepotente que intentas evadirte de tus putas frustraciones, mientras te sacas esa mierda entre los dientes y acribillas con tu asquerosa mirada irreverente a la chica, que está al otro extremo de la barra. Son las once de la mañana y me tomo una cerveza. Sé que termino de trabajar a las dos de la tarde y me da igual. Los perros, de distintas clases sociales, pasan con sus mascotas. La viejita mira de arriba abajo al joven, que mea sin pudor al lado del contenedor de la basura, y lo maldice en silencio. Unos metros más allá, su perro se caga en toda la acera, sin que ella se inmute. No se para y sigue. El sevillano también bebe. Tiene dos hijos pequeños y desde hace diez meses no consigue trabajo. Está preocupado, el Betis ha vuelto a perder. La chica del otro lado está incómoda, sabe que la miran y se ha dado cuenta de que su pelo planchado se ha desordenado, por culpa del ventilador que está tras ella. Mis pensamientos fluyen deshaciéndose

Cobardía

Volar bajo y rezar perseguido por la sombra reflejada sobre el cristal que insinúa malos presagios. Traicionado por el tiempo buscas nuevos nidos en el horizonte para volver a ser, rompiendo nuevos cascarones: has sido tú tantas veces tú… y todas tan diferentes, Infinitos momentos, momentos de eternidades, luciendo un gesto insolente como si fueras inmortal: hibris, los dioses ya no te perdonarán. Y ahora Fugitivo escondido en las noches para que las sombras no te delaten, enterrado en la sorda rutina de agobios calurosos, disfrazado en el sentir insípido, rastrero robando días, indigno, cobarde que te ocultas bajo tierra incapaz de morir.

Tics

Sus grandes ojos tenían un brillo especial. Un brillo que se prolongaba en el tiempo, cuando conoció a Jose hacía cinco años. Entonces, aún, los años no pesaban y la vida resultaba ligera. Mensi siempre había sido despistada, era una tradición familiar que se respetaba de generación en generación. Recordaba en la cocina, mientras ordenaba las tazas de café por colores, en ordenadas filas, como si se tratase de una jura de bandera y con las asas siempre hacia el exterior; aquel día en que conoció a quien sería su marido. Cuando habló con él por el móvil por primera vez no entendía como podía haber puesto su número, en vez de el de él en su billete electrónico. Sus labios dibujaban una cierta sonrisa que el tic nervioso trasformaba en una expresión de asco. La pulcritud de Jose es lo que más llamó la atención de la madre de Mensi cuando lo conoció: “Qué limpito parece ese chico”, a la vez que Mensi reía sin ningún tic. La silla parecía un ejecutivo espantapájaro, abrigada por la impecabl

Reflejos

La luz tibia de amaneceres templados acaricia las sombras escondidas de porosos secretos, que se pierden en sus cuerpos cavernosos, deshaciéndose en la arena mojada, donde se reflejan peces multicolores ausentes de las miradas torpes, casi miopes a la imaginación inundando los mares vacíos que son sobrevolados por gaviotas, colgadas de un cielo incoloro, aún por pintar del color preferido. Y después, al bajar la marea, descubrimos las fantasías soñadas en forma de caracolas, que nos cuentan lo que queremos oír; de charcas donde se ahogan las dudas y olvidamos los pensamientos que oprimen nuestras conciencias. En sus aguas limpias y transparentes buscamos nuestra imagen reflejada reclamando ser nosotros mismos y nos aferramos como rocas, batidas por el oleaje sereno, sintiendo la brisa fresca, respirando libertad, hasta que llega la tormenta para sumergirnos entre engaños para escondernos como cangrejos en una realidad que nos ahoga.

Andama, la reina mala (X)

Como si fuera un sueño, una neblina de polvo recorría el barranco, que se desprendía de las grandes paredes, que ahora quedaban atrás, para abrirse en una inmensa llanura, queriendo abrazarse al mar, que ya se divisaba a lo lejos. El millar de cabras invadía las tierras bajas, como un carnaval de intensos olores. El canto desafinado de las hembras, que replicaban, a modo de coro, la llamada del macho, llenaba el espacio, como lamentos burlescos de una murga embriagada. El aire se espesaba con el olor penetrante de los animales, que salpicaban el paisaje con sus colores amarillentos, ocres y marrones, rompiendo la monotonía de las piedras grisáceas del barranco y el verde de los balos, tabaibas y ahulagas. Acostumbrados a las tierras altas, en el llano los pastores se sentían vulnerables, indefensos ante cualquier peligro. Los achicaxnas que trabajaban los campos de cultivos lo respetaban, sabían que eran muy habilidosos en el manejo del palo y el garrote, eran orgullosos y a veces sobe

El Metro

En los extraños recovecos de la mente, donde el vapor asfixiante nos ahoga, como en las profundidades del metro, los recuerdos se vuelven fantasías entre el gentío que nos asimila para convertirnos en masa, casi uniforme, que se mueve entre tuberías oxidadas en los que los cuerpos se abrazan sin quererse en medio de atascos sudorosos a velocidades de vértigo. Y cuando nuestros pensamientos nos abandonan, o cuando somos traicionados por ellos, despertamos para volver a ser, para volver a estar solos, anónimos entre ojos que no se miran, entre cuerpos que se tocan, cuando los latidos sordos se borran por el ruido del tren exhalando vapor por la boca. Junto al oído de una mujer, entre su pelo y su aroma, los dedos de su mano te rozan y sus pechos te invaden para descansar sus pezones afilados, mientras tu mano resbala entre su ropa temblorosa, agitada. Y el susurro eriza la piel y sus muslos otras cosas, en medio de oscuridades, sin tiempo para amarse cuando el deseo llega en la próxi

Recuerdos

Sabía que a su padre no le gustaba verlo llorar, era un hombre y los hombres no lloran. Sus lágrimas eran espesas, como la vida que dejaba su madre tras de sí. Una vida de silencios resignados tras cortinas, encerrada en una casa sin calor, tumba irrespirable sin flores. Los colores de sus ojos, azul y pardo, que tanto había llamado la atención en el pueblo, parecían, ahora, derretirse y descolorarse , inundando las pecas incrustadas en su blanca piel. Sus cuarenta dos años surcaban su rostro sembrando un odio entumecido por la frialdad de la vida que le cayó en suerte. Frente a él, un padre acostumbrado a serlo . De mirada certera, de gatillo fácil, orgulloso de matar moros en la Guerra de Marruecos, a los que contaba junto a las cabras que había desgollado sin diferenciar los unos de las otras. El Macho del Bailadero Hondo, moreno de cuerpo y alma, amaba más a los animales que a sus semejantes, al fin y al cabo, sus más de seiscientas cabras le daban un nombre respetado entre aque

Y si supieras…

Si supieras que pienso en ti, en tus pasos, esperando tu regreso, imaginándote, en la noche desnuda, desnuda en la noche, cuando el cansancio muere tras la ducha, cuando el cuerpo se vuelve prisionero entre toallas y sombras, que esconde exuberancias que atormentan, tras el cristal. Y tu pelo se derrama entre cortinas, que atraviesan las miradas fugitivas, sedientas de tu piel mojada, de tus pechos jugosos que se reflejan en el espejo, en mis ojos que buscan tu boca, y mi boca te busca para perderse, para encontrarte, para saciarse en la embriaguez en medio de la oscuridad. Y si supieras… que no te conozco.

Amiga

En tu nuevo abrigo de madera se esconden mil tesoros en forma de secretos donde brillan las sonrisas, amables, juguetonas, cómplices. También lágrimas generosas, caprichosas, agotadas, que regaron las primaveras, escasas, con tu parasol, en los días nublados. Partiste de los puertos que no elegiste para llegar con rumbo preciso a los destinos que te habías propuestos. ¡Qué buen navegante!, supiste guiarte por las gaviotas hacia los horizontes lejanos sabiendo que no volverías. Nos dejaste el eco de tu voz que llega con la brisa como una imagen: de tu pelo liso, de noches furtivas, de tardes de risas y mañanas… que no llegan, cuando la paz se derrama y los ojos se cierran, amiga mía.

Y después

… Y después, entre el follaje gris y azul, que se retuerce en el aire de la habitación hasta agotarse y sucumbir, mi mano se hunde en el mar sereno y castaño de tu pelo liso que baña mi pecho. Mi cuerpo, prisionero de tus abrazos y herido por tus pezones afilados, se rinde acorralado por tus piernas, que trepan desde los pies de la cama, después de la batalla. “¿Por qué hacer el amor y no la guerra si podemos hacer las dos cosas?” –Te pregunto en el silencio roto por un suspiro, mientras cae una lluvia de cenizas sobre la sabana empapada, con sus pliegues cabalgando al ritmo de la respiración. Es ésta la imagen más intensa; la que más me gusta de ti. Escondidos del tiempo y de todos sin importarnos nada más que estar, permanecer, casi morir. Poco a poco las manos se mueven sobre la piel, como los cangrejos tras el temporal, resbalando por tu espalda; las tuyas, sobre mi vientre, pronto se pierden en busca de algún naufragio, para saquear sus tesoros. Ajeno a ello, apago el cigarrillo e

Arrorró

Te dí un nombre y se me olvidó, mientras el mar borraba las huellas, cicatrices de pasos olvidados, entre caminos que se separan para perderse. Luego perdí el amor, lejos, entre siluetas irreconocibles, en los fangos de la desesperación de las tardes sin sol, en las lunas vacías, cuando el eco se pierde para convertirse en arrorró. Hoy ya no recuerdo tu piel, su olor, su calor tibio entre almohadas cuando soñábamos horizontes tras las ventanas. Hoy ya no siento y el viento se duerme en las noches grises, en las madrugadas. Tampoco sueño, ni rezo, ni me pellizco, solo me desvanezco recordando el arrorró.

Prisionero de las tardes

Enjaulado entre hilos de humo siento el peso de esta losa que enmudecen los gritos agónicos en un vacío sediento de polvo gris, en las tardes sin Sol, cuando los pensamientos escapan por las rendijas, para dejarme en soledad, añorando, en la retaguardia, a los enemigos. Busco en la rabia un refugio, donde cobijar las mentiras con las que engañarme, para no sucumbir en la derrota sin batalla, Izando banderas, sin colores, por las que luchar; Imaginando un horizonte donde agarrarme, del que resbalo en todos los sueños para despertar sudoroso en una pesadilla en forma de isla desierta, sin tesoros, destino de mil naufragios, de mil golpes de mar, donde las sirenas callan y el viento se ahoga en medio de la tormenta, donde las almas se rinden y se venden, esclavas del desencanto llevadas por el vaivén de las olas a ninguna parte, destino ciego de indiferencia incierta.

¿Sabes...?

¿Sabes..? Creo que nos necesitamos. Somos inseparables. Sé que pronto te irás con otros o con otras. Pero ahora eres mío, o mía, da igual. Por unos segundos, o algo más, si hay suerte, estarás unido, o unida, a mí, y ya será para siempre, como un trocito de eternidad. Algo de mí se colará por tu mente escondiéndose como los gusanos hasta morirse en soledad, sin que te des cuenta, sin que eso te importe. No creo, pero siempre hay una posibilidad de que ese gusano inútil, dispensable, aleatorio, preñado de ideas y formas caprichosas, por no decir estúpidas, reviente entre capilares y tejidos nerviosos para derramar miles de larvas por todos los lados, produciéndote un cosquilleo de vez en cuando. Entonces, te darás cuenta que estoy dentro de ti. Sujeto, alerta ante cualquier temporal, agarrado con uñas y dientes para no perderte. Lo sé. Yo mismo estoy plagado de esos bichos tan incómodos y no paro de rascarme. Nunca aprendo, ya me lo habían advertido pero no lo puedo evitar. Es como pro

Vendetta

La rabia rompe la tierra para esconder tus raíces, de avergonzados secretos, de tantas frustraciones, que alimenta el agua contaminada de odios y temores. Y retorciéndose en el fango, entre finos hilos de venganza, brotan los retoños verdes, orgullosos, elegantes, espigados, apuntan al cielo inclemente recordando con sus frutos jugosos los sinsabores de una vida engañada, cuando pagas los pecados de los otros, cuando te dejan en las umbrías soledadades y tu alma se vuelve oscura, húmeda, de tantas lágrimas, rota, de desesperanza. Ya no tienes ojos, solo ramas y espinas, ya no distingues a los amigos porque todos son otros, otros sin almas. No te importan las caricias Ni que coman tus frutos Frutos venenosos Asesina sin alma.

Amargura

Como con una pinza sujetaba el cigarrillo entre sus dedos, a la vez que lo contemplaba atentamente, igual que si fuera un diamante. El humo giraba retorciéndose en el aire hasta desvanecerse. También sus pensamientos confusos, que abrazaban su mente, extinguidos por los tragos de güisqui con hielo. Su mirada quemaba al camarero, que se negaba a servirle mas copas y le pedía que se fuese, como si fuera el culpable del infierno en el que se encontraba. Inspeccionado, por los allí presentes, los desafiaba entre insultos y gritos, apenas inteligibles. Nadie se atrevía a enfrentarse al médico del pueblo, sabían que no era mala persona, y mucho estaban allí gracias a él. En el fondo todos sabían que solo necesitaba desahogarse y olvidar, había sido un día muy duro. El bar se había convertido en un duelo y todos los que lo apreciaban estaban allí, compartiendo su inmenso dolor. Sin embargo, muchos empezaron a abandonarlo, heridos por la humillación y descalificaciones. Las miradas se cruzaron

I´m yours

Una vez más, sobre el pegajoso sillón de piel, hacía equilibrio para no resbalar. Las palabras argentinas de aquella mujer de horteras gafas de pasta, pararrayos de las miradas que caían sobre sus grandes tetas bailonas , se mezclaban con el “I´m yours ” que bajaba por el patio del edificio para colarse entre las persianas y bañar la consulta que parecía una sala del Louvre . Durante meses su mente sufrió el retorcimiento psicológico que prometía escupir unas pocas gotas enclaustradas desde hacía treinta y tantos años. Una inmensa cruz de granito paleozoico asfixiaba su garganta de la cual solo salía un hilito de pequeñas palabras en forma de papilla. Día a día fue perdiendo la fé . Aburrido, tarareaba la canción, mentalmente, en medio de los monótonos discursos de la doctora, sin dejar de mirar las zapatillas de cuero que se balanceaban en el extremo de aquellas piernas, enfundadas en unos pantalones amarillos de pata ancha. Arrepentido de perder su tiempo no tenía grandes esperanza

Consuelo

“Tuve que salir de allí”, me repetía insistentemente, como intentado justificarme , mientras, sudoroso, me aflojaba la corbata de aquel traje negro. “Ella me perdonará, lo sé, ella lo entenderá”. Como un autómata, con los ojos enrojecidos, mi mirada se perdía entre calles, persiguiendo las escasas sombras que se colgaban de algunas paredes sin apenas querer tocar el suelo. A esa hora de la tarde los sádicos rayos de sol se colaban por el cuerpo, como perforándolo , hasta llegar al estómago, recalentando todo el café que había tomado durante la noche. La acidez se mezclaba con el cansancio, la rabia y la pena, era como un barrizal que no dejaba fluir las ideas empantanadas. No sé cuanto tiempo pasó, ni cuantas calles vacías recorrí hasta que fuí tropezando con otras gentes, que me empujaban hacia dentro. Ahora, recuerdo sus lágrimas temblorosas, uniéndose al agua que salía por su nariz para empapar sus labios asustados. Cuando me vio, dio unos pasos vacilantes hasta agarrarme, como cu