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Mostrando las entradas etiquetadas como Poesía
Las mareas En las mareas, donde anidan el tiempo perdido, la cobardía de vivir se va deshaciendo lejos de la maleta que persigue la mirada cuando los pasos mueren sobre una alfombra de mentiras. En las mareas perdemos los recuerdos viajando por los mares de espinas dejando un reguero de huellas sin pisadas que juran el retorno sin lamento cuando las madres reposan en la ausencia  y sus hijos anidan en sus tumbas. En las mareas los años deambulan mendigando horizontes nuevos que conquistar en un mar prestado  sin caricias de sombras indoloras donde hundir las raíces ahogándonos en la podredumbre cuando sabemos que todo está perdido pero incapaces de dejar el juego.

Aires de cristal

En los aires de cristal la luz juega en el laberinto y recorre las miradas caprichosas escondiendo su vuelo. En los aires de cristal respiro la luz que quiero la que ilumina mi interior como un pozo vacío y seco de cristales rotos esparcidos sobre la arena del desierto. En los aires de cristal me veo como una botella que naufraga y se hunde ahogándose en el abismo para echar raíces en el fondo. En los aires de cristal me reflejo como el frío tras la ventana cuando la cierra las noches con la vaga esperanza de encontrarme  al amanecer.

Ojos cansados

Con los ojos cansados vas echando raíces en el horizonte con un dolor que pare gotas del recuerdo mientras lloras y maldices las tierras lejanas las que agrietan tu ausencia, como un templo vacío en el que los años se han ido desparramando bajo la sombra que agujerea la conciencia y encadena la huida manchando la tierra de huellas que huyen hiriendo la muerte mientras grita el alma. Y lo lejos se hace infinito y se vuelve sueño, un sueño que adormece desterrando el alma del viajero como una sangre extraña que se va envenenando de nostalgia cuando la ciega mirada  se vuelve olvido y los ojos se duermen desvaneciendo su rabia.

Sin nombre

Tus dedos dibujan letras en su cara, mientras sonríes siguiendo su mirada que se agarra a la vida estéril y seca asiéndose a tu cuello para no caer en el abismo, buscando leche en tus pechos de piel y llanto, encarándose ,malhumorado, a los minúsculos buitres que lo acosan y muerden sus labios y sus ojos mientras él los golpea con su rabia. Escribes sobre su piel nombres impronunciables porque sabes que apenas podrás usarlo ni siquiera para  llamarlo cuando agonice ni siquiera para seguir su rastro. No necesitará mares  para contemplar la belleza, ni frondosos bosques para exaltar el espíritu solo sentirás un suspiro y lágrimas de alegría al recoger el polvoriento mendrugo, un grito de emoción cuando la sed se alivia, Y nosotros nos volveremos ciegos como él para no vernos ni reconocer su olor fétido en los basur eros.

Refugio

 Vuelo entre los finos hilos de un sucio azul, que se retuercen sin prisas, secuestrando mi mirada, y lejos de todo me pierdo en la nada, deshaciéndome como el humo que renuncia. Floto en el tiempo suspendido entre una nota y un silencio ajeno a mi imaginación en caída libre al infinito, que me arropa entre sus límites inalcanzables, del que se desprende un brillo hiriente y frío. Es un espacio limpio y vacío lleno de una paz sin preguntas, donde me ahogo sin desesperación y lentamente… me voy dejando, pero siempre es tarde cuando regreso y  siempre pronto para volver.

Vivir

Y cuando haya vivido mil años, cuando haya conocido todos los lugares con sus rincones, cuando haya visto miles de millones de miradas y cuando haya contado todos los colores y los sabores y distinguido todos los perfumes, cuando haya reído tanto de todo lo que se puede reír y cuando haya escrito todos los poemas, entonces,… ya no sabré que mirar ni que vivir y habré querido morir mil veces, todos los días y sabré, entonces, que la vida también es muerte y que los sueños son sueños y que aunque no alcancemos la Luna con nuestras propias manos podemos oler el Universo y sentir su grandeza sin necesidad de devorarla.

De la tierra

De la tierra Cuando el olor a tierra seca te angustia, cuando sus cabellos blanquecinos se despeinan, te ahogas en el presentimiento, en la larga espera, entre las horas que resbalan del reloj, como gotas que golpean tu conciencia, y un temblor recorre tu cuerpo cuando presagias que la despedida está cerca. Quieres abrir los ojos para no dormir  y soñar despierto, para que el mañana no llegue, añorando los recuerdos y maldiciendo los silencios ladrones de tierra y de madres que ya no volverán. Revives el olor a tierra fresca, al pacto de sangre y sudor que te vio nacer y que se mezclan con la tierra fértil, olor a hembra, donde el barro nace y el dolor pare hijos gritando amor y rabia en los caminos pedregosos, con el paso firme que aprendimos tras ella, como latidos que nos empujan, con su mano que te sujeta, con ternura, cocida a fuego lento, entre risas, con su sonrisa pícara, en el juego, con su mirada atenta. Y cuando el horizonte se emborron

La mirada

La mirada… sueño de cristal que se rompe en la noche inesperada,   desgarrando, sus cortantes aristas, la carne. Fluye la roja sangre manchando los cuadros rotos  en otras noches de rabia contenida que rasgan, llorando, el lienzo. La mirada… afilada hiere el presente, que desprecia   y desafía,  en el grito contenido en la renuncia al aire contaminado que lo envuelve, con ese gesto de rebeldía donde nacen los recuerdos donde brotan las lágrimas rotas empapando los sentimientos como pinceles que paren figuras, desesperadas, que quieren salir del cuadro, que huyen del pasado,  prisioneras… de tu mirada. Pilar Aguarón, Autorretrato, 1991.

Mujer de arena

Al atardecer las huellas persistentes hieren la suave arena  rubia escamando tu piel, que lames con delicadeza con la espuma de las olas. La variopinta comunidad,  como una hilera de hormigas, se entrega con devoción en la procesión silenciosa de miradas perdidas, que buscan su interior, anestesiados por la fresca brisa y el murmullo de las olas, abandonándose al rumbo prefijado. El piberío impío, en franco desorden, rompe el ritual alejándose de la fila, persiguiendo  jacas hurgando en las tripas de las rocas, mientras los niños vestidos de viejos corretean descalzos por la arena resistiéndose a la decadencia. Y las olas parecen parir nuevos hijos  que resbalan de sus crestas  para deslizarse hasta la orilla. El pecho se llena de olor a mar y los interiores rebosan limpiándolo todo. El cuerpo se abandona para que el alma fluya. Te respiramos y te sentimos cada latido que golpea las rocas, y tu respiración, allá por la Cicer, se vuelve agitada. El sueño se hace pesadilla, y el b

SARAQUSTA

Sobre los campos de batalla se esparcieron las cenizas de tus hijos y la tierra se volvió fértil y amable. Ahora su orgullo se erige firme y férreo sobre los tejados de sus moradores, temerosos de la cólera de los dioses con su aliento helado del Cierzo, el inquisitorial tormento del sol del verano. Impasible… como en un remanso recostada sobre el inmenso valle el río te bendice con sus aguas que son tus venas ensangrentadas, la de tus hijos derramada, la que amasa la tierra de donde salen los ladrillos que te encarnan construyendo Historia entre murallas y llantos. Y Como una gran madre pariendo dolor tu mirada se eleva sobre la llanura, vigilante 

El renacimiento de Eva

Resurges impetuosa enarbolando la razón de los deseos, los hechos consumados de la imaginación; provocadora, te acompaña la mirada que petrifica, gorgona contemporánea, que acechas asesina; humedad de voluptuosas formas, gotas que acarician tu cuerpo entre los granos arenosos que condecoran tu piel mojada; las huellas que se arrastran por el pasado, de turbios recuerdos, en la arena ensalitrada, te persiguen atormentadas sin alcanzar tu desmemoria, y una ingenua sonrisa, casi maliciosa, borra esa estela de espuma blanca, que brota del semen marino del dios dolorido, déspota celeste, violador de voluntades que copula sobre la tierra fértil y que te engendró entre el grito desgarrado y el deseo incontrolable. Ahora llevas en los ojos el brillo de tu padre, su prepotencia en tu belleza exultante, su fuerza en tu fragancia irresistible, su rabia en tu contoneo sinuoso, su obsesión en tus pérfidas promesas, su locura en tu deseo caprichoso que contagias a los mortales, arrebatándoles la r